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EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes

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Suárez regresó pálido de ira, con la chaqueta desgarrada y un hermoso círculo en el ojo.<br />

Se fueron a un café, a comentar el incidente.<br />

—No me explico ¿a qué tanta violencia? Esto es brutal y primitivo.<br />

—No es justo exigimos la compostura del público europeo. El criollo tiene joven la sangre;<br />

inacostumbrada a reprimirse.<br />

—También hay instinto en el fútbol occidental.<br />

—Pero controlado. Allí es civilización, sujeta a moldes disciplinarios. Aquí es vida, impulso<br />

puro, que recuerda los combates helénicos, el circo romano. ¿No es cruel todo deporte auténtico?<br />

El criollo ama la codicia de una victoria tenazmente disputada.<br />

—No niego que esto apasiona. A ratos me sentía una parte viva, indisoluble con la<br />

muchedumbre.<br />

—¡Claro que esto de las masas toca a la porción animal de hombre! Pero nada hay más<br />

emocionante que compartir sensaciones con millares de gentes. Y eso también tiene su filosofía; la<br />

multitud es el signo de la época.<br />

—¿Es que a la decadencia del espíritu corresponde un renacimiento corporal?<br />

—Es siempre así. ¿Qué es el jazz, importado de la selva africana, sino epilepsia muscular<br />

hiperestesiada por el frenesí mecánico? En la sociedad actual solo triunfan los músculos.<br />

—¿Y te conformas con admitirlo?<br />

—No puedo hacer otra cosa; hay que vivir… Somos instrumentos de nuestra fiebre de<br />

conquistas. El día que tenga casa confortable, automóvil, una renta para viajar cuando me venga<br />

en gana, tendré también mujeres, títulos y la posición social que me plazca. Todo esto ya es un<br />

fin, para mí que soy materialista, descreído y epicúreo.<br />

—No, no dices todo; escondes lo mejor de ti…<br />

—Pudiera ser. ¿Pero a qué hacer el tonto yendo contra la corriente? Yo me someto al<br />

clima "constructivo" de la civilización; nada de meditaciones. Ahogo al pasatista que suspira por<br />

una sonata de Scarlatti o se conmueve ante un cuadro del Ticiano, y admiro el vuelo de un<br />

poderoso trimotor, las flechas del rascacielo que perforan las nubes, el rugir de los émbolos en la<br />

fábrica.<br />

—¡Vas a descubrir la espiritualidad del maquinismo!<br />

—¿Y por qué no? El espíritu actual es duro, hecho para la lógica del cálculo y la tenacidad<br />

del esfuerzo. Por donde vaya la mirada encuentra el genio creador de una época que apartándose<br />

de lo subjetivo, lleva al grado más avanzado el dominio de las fuerzas físicas. Así se obtiene la<br />

máxima capacidad de organización: la estadística constituye el fondo religioso; el transporte, una<br />

lengua universal; el comercio levanta rascacielos en vez de catedrales; la ciencia toda sirve a una<br />

tremenda voluntad de poderío. ¿Cómo desconocer esa espiritualidad organizadora del moderno?<br />

artista.<br />

—Sólo falta sostener que un corredor de bolsa posee más intimidad que un santo o un<br />

—Más no, pero análoga sí. Apartando la moral clásica, salvando esa valla del bien y del<br />

mal a que Nietzsche se refiere, el uno vale tanto como los otros. Lo importante es la tensión<br />

individual, la manera como cada cual cumple su destino. Fuerzas espirituales desatan la<br />

especulación bursátil, que altera los precios revolucionando la vida de los pueblos. Entre laza y<br />

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