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EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes

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Al abandonar La Rotonde. Mr. France apuntaba el mérito de Picasso. Es el genio mosaico<br />

—decía— incapaz de la síntesis. No llega a realizaciones absolutas; su tendencia al fragmento se<br />

disuelve en lo mínimo. Cada idea le dura uno dos años, a veces menos; entonces vuelve a<br />

comenzar para cubrir el fracaso anterior. Seuphor rebatía a Mr. France con palabras de Lhote, el<br />

otro dialéctico afortunado de los ismos: construir debe entenderse sólo en el sentido de las cosas<br />

del espíritu. Leyendo a Rafael y a Miguel Angel se ve que construir no consiste en poner diques<br />

para retener la mayor cantidad posible de materia; significa, más bien, establecer sutiles trampas<br />

para el espíritu, algo así como una Escala de Jacob par permitir que nuestros ángeles interiores se<br />

evadan con mayor facilidad.<br />

Veladas en los cafés. Luces trémulas. Voces destempladas. De pronto la discusión se<br />

aquieta. Se leen manuscritos:<br />

"En el ardor del mediodía, dos parejas se entregan al reposo. Un hombre, tocado de rica<br />

púrpura, toca el laúd; a su lado, semiescondido el rostro por seductora penumbra, otro escucha la<br />

melodía. Una de las mujeres, de espaldas al espectador, toca una flauta; la otra yergue su<br />

majestad desnuda junto al brocal de un pozo. A la derecha avanza un rebaño bajo la sombra de<br />

árboles coposos. El cielo es rico en tonos, como hecho de materias maceradas. Cualquier pintor,<br />

con tema tan simple, haría un cuadro semejante; sólo el Giorgione, empero, llega a expresarse la<br />

intensa voluptuosidad del "Concierto Campestre"; es la vid madura cuyos racimos temblorosos<br />

enardecen los sentidos. La sugestión de las villas humaniza el paisaje. Un fundo marino, de tinos<br />

verduzcos, dilata el horizonte. Todo viene tratado con la severa dignidad de lo evidente. Los<br />

colores hallan en noble oposición su equilibrio. Luces, tonos, matices se distribuyen en cabal<br />

concierto; y ciertos parajes cobran resonancia musical por la viveza de su ritmo. En las copas del<br />

ramaje y los cuerpos femeninos danza una dulce geometría de curvas. Al canto de la luz, la<br />

sombra opone su silencio henchido de incitaciones. Fiesta resplandeciente de los sentidos,<br />

enciende la avidez de las pupilas, resuena en los oídos, viene al encuentro de las manos, invade el<br />

mar ansioso del olfato, se hinca en el gusto con sabor de fruta. Mujer y paisaje funden su radiante<br />

desnudez que se ofrece al deseo vigilante del hombre; por eso el maestro veneciano las expresa<br />

en su realismo serenísimo: desnudo y puro en su serena majestad el cuerpo femenino; abierto y<br />

limpio en su incitante calidez el paisaje. Se diría que un mago jubiloso tocó todos los registros en la<br />

representación de la naturaleza, al forjar este Concierto Campestre, sobrio en seres y objetos,<br />

ceñidos en recursos y destreza. El ojo que sólo quiere ver no tiene mucho que observar; aquel que<br />

intenta comprender jamás sacia su goce, porque en el pequeño lienzo donde el Giorgione fijó la<br />

visión poderosa del Renacimiento, una pasmosa sabiduría sorprende el ritmo ardiente y profundo<br />

de las cosas. La mirada se extasía; la inteligencia aguza sus percepciones; pero nunca, nunca, ni<br />

en fingida cercanía, expresarían las palabras este concierto de formas y colores que se ligan<br />

armoniosamente y que el artista revistió de tibio y dorado resplandor, cual un sueño de infancia<br />

que llama a la imaginación, sin entregar el íntimo secreto de su júbilo".<br />

—¿De quién es?<br />

—De un griego; no se lo publican porque estas cosas ya no interesan.<br />

¿Y si la salida estuviera del otro lado? ¿Si todo el esfuerzo del modernismo se redujera a<br />

negar lo tradicional? ¡Giorgione, Giorgione, te negamos, pero tu arte suscita todavía emociones<br />

profundas en el corazón del hombre!<br />

Seuphor se indignó leyendo el manuscrito. Esto exige réplica —aseguró— después de<br />

algunos días volvió trayendo una revista musical, donde aparecía una interpretación literaria del<br />

"Preludio del Fauno a la Tarde" de Debussy, padre de la música moderna.<br />

El crítico debussysta veía en "L'Aprés-midi-d'un Faune" el drama de Apolo y Dyonisos: el<br />

caramillo melodioso frente a la polifonía discordante de la orquesta. Veía el cuerpo alto y<br />

membrudo del Fauno, erguido en las caprinas patas, ceñido el rostro por fina barba rubia, cruzada<br />

la sonrisa de júbilo sensual primitivo. Sostenía que Debussy quiso dar la sensación del universo<br />

vegetal, por lo que su música expresa la alegría desordenada del bosque, el espíritu libre de la<br />

música, que no es la ordenación a regla del clásico, sino la tensión sonora desatada, brusca y<br />

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