EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes
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—No.<br />
—Entonces… ¿Qué quieres?<br />
—Nada.<br />
—¡Qué absurdo! ¿Es posible que no quieras nada? Hablaré con tus padres; estás<br />
enfermo… ¡Un niño que no quiere nada!<br />
—No estoy enfermo.<br />
—¡Vamos, vamos, no me eches a perder a los demás! Anda; vete a jugar.<br />
Víctor sale del aula, cruza el patio y se refugia en el brocal del pozo. ¡Cómo brillan las<br />
cosas a través de los vapores de la atmósfera! Una planta se mece, cual saludo de bienvenida; la<br />
lluvia dejó en el lecho acanalado de sus hojas, gotitas de agua que descompone el iris. ¡Esto es<br />
interesante! ¿Cómo compararlo con la geografía? Sobre una hojita verde hay tres gotas de agua:<br />
nada más que tres gotas de agua, tan diáfanas, tan primorosas, que acrecen el júbilo del día.<br />
Soplamos levemente la fina superficie y los cristalitos tiemblan azorados bajo la luz que los agita<br />
infinitamente; soplando algo más fuerte, las gotitas caerían al suelo perdiéndose para siempre;<br />
somos dueños de su fugaz existencia. ¡Qué maravilla! Un mundo tan sencillo y tan complicado.<br />
¿Qué hay detrás de la gota de agua? ¿Quién mueve todo esto? Si se pudiera dibujar un pedacito<br />
de vida… Y los ojos azules miran hondo, muy hondo, soñando arrancar su secreto a las cosas.<br />
La vida escolar es un encierro humillante. Ruedas fechas, números y nombres como río<br />
poderoso que quiere arrastrarnos consigo. Tanto que aprender de memoria; complicaciones para<br />
entender el mundo; leyes, principios, normas, tipos, caracteres. ¿Qué hacer con la incansable<br />
variedad del reino vegetal? Los cálculos aritméticos… Las fechas históricas… ¡Dios mío, qué<br />
pesado es el mundo a través del pizarrón! Cada cosa se explica por diez, veinte, cien modos<br />
diferentes. ¿Y todo para qué? Para que libreta de calificaciones lleve cifras que hagan sonreír de<br />
orgullo a los padres. Pero llega el recreo y es grato acercarse a una hojita mecida por la brisa, a los<br />
menudos guijarros centelleantes; ver el vuelo de los pájaros, el sol, el candor de la bruma, los<br />
colores cambiantes del paisaje. Un minuto, sólo un minuto frente al ramaje, compensa la fatiga de<br />
una hora de clase. Si el maestro conociera esto… ¿Cómo explicarle que árboles, flores y pájaros,<br />
son mejor que sus lecciones?<br />
—Víctor, ven a jugar…<br />
—¡Oh! El tonto nos desprecia.<br />
—Mírenlo: parece un pájaro bobo.<br />
Al escuchar la injuria, el solitario se aproxima. Los chicos se agrupan deseosos de<br />
camorra:<br />
—Repite lo que has dicho.<br />
—Eres un imbécil.<br />
Se traba la lucha. El pequeño es ágil; pega cegado por la cólera, donde caigan los puños<br />
de nudillos salientes. El otro, más alto, es fuerte; baraja con pesadez los golpes, pero cuando<br />
acierta a colocar los suyos echa por tierra al agresor. Los bandos se dividen: ganará Víctor, es más<br />
guapo; no, ganará Roberto, que pega más fuerte y resiste mejor. En torno a los ojos azules surgen<br />
círculos violáceos; el labio superior acusa una grieta; sangra la nariz; el niño cae varias veces<br />
levantándose para reanudar, la desigual contienda. De pronto el muchachón coloca un golpe con el<br />
codo derriba a Víctor. La pelea ha terminado. El pequeño se levanta y ante el silencio de los<br />
compañeros vuelve al pozo. Su contrincante le inflingió duro castigo, pero él conserva su orgulloso<br />
desdén, porque se puede soportar una derrota sin ser un vencido.<br />
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