EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes
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<strong>EL</strong> ENCUENTRO:<br />
BAUD<strong>EL</strong>AIRE, CRISTO, DOSTOIEVSKI<br />
Nelson aconsejaba ductilidad para ganar la sociedad porteña, haciendo entrever<br />
compensaciones si lograba que un copetudo lo lanzara como retratista de moda. Dáneo, a su vez,<br />
lo encomendaba a las novelas de Proust para que aprendiera a conocer el equipo de sutilezas del<br />
hombre de mundo y la forma como se ha de reaccionar en las distintas capas sociales.<br />
Sin el propósito de ganar posiciones, empujado por la curiosidad, Delhez se dejó llevar a<br />
ciertos salones. Pero después de algunas visitas se convenció que jamás se pondría a tono con<br />
esa atmósfera elegante. Sus ademanes torpes, su aire distraído y el hábito de manifestar con<br />
franqueza su pensamiento, le hacían incurrir en falta contra los demás. ¡Maldición! Se debe cultivar<br />
desde la infancia maneras exquisitas para convivir con los criollos refinados, que reciben, por el río,<br />
todas las modalidades de la sociedad occidental.<br />
No tardó en alzarse contra ese ambiente de invernadero que alimentado por el lujo y la<br />
opulencia, atenta contra el crecer vertical del hombre. Sufrió de las posturas afectadas, del<br />
esnobismo a ultranza, de la vacuidad intelectual, del artificio permanente en que vive la gran<br />
burguesía argentina. Por último cambió de pensión para librarse de los amigos ricos y, con ellos de<br />
la dorada sociedad porteña.<br />
Del porteño de Florida al "compadrito" de la Boca, hay distancia equivale a la que media de<br />
aristócrata de Avenue Kléber al petimetre de Montparnasse. Pero el argentino medio, el criollo<br />
semi-europeo de Buenos Aires, aventaja en varios grados, como camarada, al burgués modesto<br />
de París. Éste se cierra en sí; desprecia al extranjero, su economía raya en la avaricia. Aquél se<br />
abre fácilmente a la amistad; no mide el valor premioso del centavo; su ironía suena a burla jovial,<br />
no a resentimiento. En esta clase afable y llana del argentino medio, tuvo Delhez sus mejores<br />
amigos; y a ella volvía después de toda experiencia, para compartir horas gratas e ingratas con el<br />
triunvirato Dáneo-Perceval-Schiavo y otras gentes sinceras que se acercaban a él no por<br />
esnobismo, sino por atracción sentimental.<br />
Prescindiendo del dinero que tenía en el Banco, buscó trabajos ligeros, dibujando para el<br />
anuario "Kraft" a dos pesos por figura. O pintaba. Sobre cuero, indios problemáticos. El otoño de<br />
1931, Delhez desplegó gran actividad: compuso los estatutos de una sociedad agrícola; publicó<br />
pequeños comentarios críticos en las revistas, "Criterio" y "Número"; proyectó muebles baratos;<br />
diseñó modas, sacó fotografías modernistas para avisos comerciales. Una temporada le dio por los<br />
inventos útiles, fracasando lastimosamente al querer construir un tapón de botellas que dejara salir<br />
el líquido sin dejarlo entrar. Dibujó primorosas tapas de encuadernación, prestándose a cualquier<br />
trabajo que no fuera el de retratista, como si por ese tiempo se tratara de olvidar al artista para<br />
entretener al hombre. Por la noche jugaba con un búlgaro que lo ganaba indefectiblemente,<br />
sumiéndolo en espantosa humillación. Leía magazines, novelitas frívolas y chistes. Entre cine,<br />
teatro y escapadas nocturnas se iba el tiempo. Culminó su postrera evasión a la bohemia, con su<br />
ingreso a una secreta, previo juramento de no revelar jamás lo escuchado.<br />
Al despertar pensaba en la jornada. Se levantaría animoso, como un colegial capaz de<br />
conquistar el mundo. El periódico es el primer acumulador de inquietudes. Saldría a pie, hasta<br />
llegar a la zona comercial; allí comenzaría la ronda cotidiana. Apuntes mentales. Pequeñas<br />
compras. Inspección a las vitrinas. Florida. Bares. Amigos. Discusiones. Bromas. Por la tarde<br />
dibujar un par de horas. Evaporarse en un cine o rodar hasta Palermo. Velada: lecturas, ajedrez,<br />
descifrar detectogramas o salir de juerga. Y todo esto combinado con mil incidencias que se<br />
presentan al subir al ómnibus, al salir de un teatro, en el bar o en las calles. Por la noche, la radio<br />
de la pensión daría las últimas noticias salpicándolas con tangos. Discusiones en la mañana, en la<br />
tarde, en la noche, en relación directa a la importancia de los encuentros. Y después del derroche<br />
de tensiones que supone atender cosas tan diversas, el cuerpo volvería al lecho molido, fatigado,<br />
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