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EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes

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Y después de largas reflexiones, presintiendo el derrumbe próximo, Delhez encontró la clave de su<br />

desfallecimiento: la vanguardia marchaba a la derrota.<br />

HACIA <strong>EL</strong> SUR<br />

Rue de la Paix. Vivienda cúbica. Pilares livianos. Terrazas. Ventanales. El techo se<br />

arrodilla detrás del muro. Cemento armado. Vidrio. Cromo-níquel. Arquitectura funcional, ajustada<br />

con rigor mecánico y lógica de moralista.<br />

Los belgas entran en la casa moderna. Adentro, el dueño. Cuarenta años. Cicatriza en la<br />

cara. Fulgor metálico en los ojos. Zeller era un arquitecto alemán que habría proyectado él mismo<br />

su casa.<br />

En el interior, todo correspondía a la severidad de la fachada. Habitaciones reducidas.<br />

Techo bajo y pared limpia. Pocos muebles. Luz indirecta. Eliminada la decoración. Tres cuadro se<br />

repartían por la casa. Sobriedad. Por contraste Delhez recordaba la casa paterna, con muros<br />

cargados de óleos, el fastuoso cortinaje, ricos muebles, tapices, lámparas, estatuas y detalles<br />

abundantes. La sencillez y el rigor científico que presidían la casa de Zeller, contrastaban con la<br />

pésima distribución de la mayoría de las casas de París y el ambiente sórdido, antihigiénico de las<br />

buhardillas. La vivienda cúbica —techumbre desmochada, sin vuelo, resaltes ni salientes — de<br />

severidad puritana, fabricada con materiales precisos y bruñidos, es un alivio.<br />

—Es la máquina habitable — dijo Seuphor entusiasta —; no me canso de verla, porque<br />

significa la corporización del apotegma de Le Corbussier: el edificio ingenieril, que opone lo útil a la<br />

expresión.<br />

—Cautivan los techos bajos; y las puertas vírgenes castas — agregó Delhez.<br />

Zeller oía con indiferencia.<br />

—Es un principio científico —dijo a su vez— aplicado al arte de construir. El arquitecto se<br />

inspira en la economía y el cálculo, poniendo al hombre en armonía con el universo.<br />

El alemán se esforzaba por se amable, pero sus gestos rígidos anulaban la intención; y los<br />

labios parecían herir al hablar. "Es un farsante — pensaba Delhez— quiere desconcertarnos. La<br />

economía, el cálculo… Claro que Le Corbussier y Gropius andan en tan razonables teorías, pero<br />

de ahí a negar la belleza de la arquitectura funcional".<br />

Recogido en la penumbra, para observar mejor desviando la atención de sí, Zeller no<br />

perdía punto de la charla; y se mantuvo un par de horas, fumando y escuchando.<br />

Cuando abandonaron la casa, Delhez manifestó la desfavorable impresión que le causara<br />

el arquitecto, con es actitud despierta que siempre parecía querer tomar de los demás sin<br />

descubrir lo suyo. Seuphor lo hallaba extravagante, por lo cual se rió; había que aceptarlo como<br />

era, sin poner reservas a la personalidad para acercarse a su arte.<br />

El alemán vivía con cierto confort, trababa bien a sus invitados y sabía ganarse a la gente.<br />

A pesar de su impresión de desconfianza, Delhez comenzó a cambiar viendo que Zeller se<br />

acercaba sin menosprecio a Hoffner, Pandoule y otros bohemios. Se mezclaba con ellos, asistía a<br />

sus charlas, interviniendo parcamente; en general era buen camarada. Observando la estudiada<br />

inactividad que contradecía su naturaleza práctica, Delhez llegó a tener la presunción del espía en<br />

los labios; pero luego alejó la idea: ¿qué podía buscar un espía en la miseria bohemia?<br />

Una noche, en "La Coupole", bocetó la cara de Zeller, notando que se prestaba al retrato.<br />

Estudió al hombre; quiso bucear su psicología y al cabo de varias sesiones sin que el alemán<br />

advirtiera su propósito, emprendió la obra. En cuatro días estuco concluída; era un retrato<br />

excelente: rostro simpático, de rasgos marcado; los ojos adquirían el brillo fijo del metal; nariz<br />

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