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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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102 LUIS CHIOZZA<br />

IX. “¿Quieres decirme con claridad qué quieres de mí?”<br />

Biff, por fi n, después de haber robado, absurdamente, una lapicera, ha<br />

comprendido la “ridícula mentira” que ha trastornado su vida: “¡Papá! Soy<br />

de los de ochavo a la docena... y eso eres tú también”. Pero Willy no soporta<br />

escuchar las abrumadoras y elocuentes palabras con que Biff, sin rencor,<br />

enfrenta sus reclamos. Por la misma razón que confunde su necesidad de<br />

cariño con su necesidad de gloria, prefi ere convertir, para poder escapar de<br />

una mediocridad que lo aterra, su drama en una tragedia. Cuando Biff le<br />

expresa, compungido, “No pensaba irme de esta manera”, la contestación<br />

de Willy busca agravar la pelea: “Bien. De esta manera te vas. Adiós”.<br />

Sin embargo, el llanto y el acercamiento de su hijo lo han dejado atónito.<br />

No puede creer que ese cariño le esté destinado. Luego de preguntarle a<br />

Linda por qué su hijo llora, dirá muy conmovido: “¿No es... algo notable?<br />

Biff... ¡me tiene afecto!”. Pero ya es tarde para Willy Loman; ni la lucidez<br />

ni el cariño de su hijo podrán deshacer el equívoco que ha signado su<br />

vida. Casi inmediatamente exclama: “¡Ese chico...! ¡Ese chico va a ser<br />

algo excepcional!”.<br />

Linda, frente a la tumba de Willy, no comprende por qué se ha<br />

suicidado. Willy ha seguido, por fi n, los pasos de su hermano Ben; ahora<br />

muerto, ha conseguido también convertir su drama, demasiado vulgar, en<br />

una tragedia, y, además, imagina forzar de este modo la realización de su<br />

sueño: “¿Ya te imaginas a esa magnifi cencia de muchacho con veinte mil<br />

dólares en el bolsillo?”. Su fracaso lo acompañará hasta la tumba, porque<br />

no consigue disimular el suicidio para que pueda cobrarse el seguro.<br />

X. “Nadie puede acusar a este hombre.<br />

Un viajante tiene que soñar...”<br />

Si Charley, frente a la tumba, pronuncia esas palabras, es porque, a<br />

pesar de todo, como Linda y Biff, cree que existe poesía en los sueños de<br />

Willy. A pesar de los recuerdos de los partidos de fútbol y del columpio<br />

entre los olmos, a pesar de la siembra reciente de las semillas de huerta,<br />

el propio Willy, y su hijo Happy, parecen presentir, en cambio, que desde<br />

hace ya mucho tiempo, el sueño de Loman ha quedado contaminado por la<br />

idea de que “ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”.

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