Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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134 LUIS CHIOZZA<br />
actuales que cita Kowenski y su concepto de las perturbaciones neuróticas,<br />
no psicógenas, de un órgano, me parecen un ejemplo en ese sentido.<br />
Basándonos en muchas otras de sus afi rmaciones llegamos a comprender<br />
que cualquier alteración orgánica, cualquier “concomitante somático”, posee<br />
un signifi cado psíquico primario e inherente.<br />
La difi cultad para encontrar el “Cleopatra” del jeroglífi co confi gurado<br />
por la enfermedad somática, se comprende mejor si tenemos en cuenta que<br />
Freud expresó, muy claramente, que el paciente no está en condiciones de<br />
aportar asociaciones acerca de los símbolos universales, dado que son el producto<br />
de sucesos fi logenéticos y, por lo tanto, no se han constituido a partir<br />
de acontecimientos de la historia personal. No se trata en este caso, como<br />
ocurre con el complejo de Edipo, de buscar en la infancia del sujeto, sino que<br />
debemos recurrir a los usos del lenguaje, a los mitos, a determinados productos<br />
de la contratransferencia, que forman parte de un acervo cultural universal.<br />
Me parece que este es un punto esencial para poder penetrar en la discusión<br />
profunda del problema constituido por la discriminación de signifi cados<br />
primarios y resignifi caciones secundarias, discriminación fundamental para<br />
poder establecer una teoría que dé cuenta de la elección del órgano, viejo<br />
problema de la psicosomática. En el caso, por ejemplo, de la psoriasis, que<br />
mencionaba Gorlero, aunque el estudio de las resignifi caciones secundarias<br />
nos permite, mediante el mecanismo que antes mencioné, algunos éxitos psicoterapéuticos,<br />
no nos alcanza para comprender por qué otro enfermo, con<br />
las mismas fantasías inconcientes, presenta un trastorno somático distinto de<br />
la psoriasis. En este punto se da la paradoja de que quienes sostienen que una<br />
misma alteración somática puede ser la expresión de fantasías inconcientes<br />
diferentes, es decir inespecífi cas, no estudian sin embargo, indiscriminadamente,<br />
cualquier alteración somática, sino que, por el contrario, concentran<br />
su interés en alguna enfermedad particular. Creo que admiten de este modo,<br />
implícita e inconcientemente, que buscan hallazgos específi cos.<br />
Es interesante comprobar que Bion, en sus últimos años, a partir<br />
de sus reuniones de 1977 en Nueva York (Bion, 1977), y de la escritura<br />
de sus Memorias del futuro (Bion, 1975), al mismo tiempo que ingresó<br />
a la consideración del psiquismo fetal, comenzó a interesarse por la<br />
interpretación de un signifi cado específi co para cada una de las distintas<br />
alteraciones somáticas. Diría que la difi cultad para penetrar en estos niveles<br />
de la representación simbólica, muy anteriores al advenimiento de la palabra,<br />
pero, además, “preontogenéticos”, es la misma que se encuentra para vencer<br />
las resistencias que, provenientes de la represión primaria y la fi sura creada<br />
por el trauma de nacimiento, nos separan del acceso al psiquismo fetal.<br />
La biología molecular y la cibernética interpretan la secuencia de<br />
aminoácidos del ADN celular desde conceptos tales como “signifi cado”,