Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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OBRAS COMPLETAS TOMO V 17<br />
creer que la existencia material es una evidencia y, en cambio, la existencia<br />
psíquica es sólo una inferencia. Por esto no debe extrañarnos que hayan<br />
fracasado, hasta hoy, los intentos de encontrar un “puente” psicosomático,<br />
puente representado por el guión, tristemente célebre, que se coloca entre<br />
las palabras “psiquis” y “soma”. Sucede que, equivocadamente, lo hemos<br />
buscado como si estuviera dentro de la categoría que denominamos materia,<br />
pero ese guión, es necesario insistir, ni es psiquis ni es soma.<br />
Psíquico y somático son dos categorías que establece la conciencia,<br />
mediante el pensamiento lógico, frente a un existente que no cabe entero<br />
en ninguna de ellas y que trasciende a las dos juntas como trasciende a la<br />
conciencia misma. Nuestra conciencia organiza el conocimiento en dos<br />
grandes epicentros. Uno, físico, que da origen a la relación de causa-efecto<br />
y al cual pertenecen las nociones de materia, espacio, cosa, naturaleza,<br />
movimiento, acción, ser y ontología. Otro, histórico, que da origen a la<br />
relación de símbolo-referente y al cual pertenecen las nociones de idea,<br />
tiempo, signifi cado, cultura, percepción, pasión, padecer y patología.<br />
Ambas organizaciones intercambian y combinan de un modo<br />
secundario sus nociones y se relacionan en un campo hasta el presente<br />
inaccesible a la categorización. Podemos así, por ejemplo, hablar de un<br />
tiempo físico, crono-lógico, y de un espacio psíquico al que de un modo<br />
metafórico llamamos inadecuadamente “interior”. Podemos también<br />
conceptualizar un “padecimiento” somático, o una “acción” psíquica,<br />
gracias a esas extrapolaciones secundarias de nuestro intelecto.<br />
Existen relaciones específi cas entre determinadas alteraciones somáticas<br />
y estados del ánimo también determinados. Precisamente por esto podemos<br />
comunicarnos, y ante la contemplación de un cuerpo ajeno “sabemos”, a<br />
menos que lo disimule, si lo que siente es miedo, odio o amor.<br />
Una vez admitida la existencia de un psiquismo inconciente, hemos<br />
aprendido la existencia de relaciones inconcientes, igualmente específi cas,<br />
entre determinados cuadros de la patología somática y determinadas<br />
fantasías inconcientes que equivalen a la descomposición “patosomática”<br />
de las “claves” que confi guran la particular manera en que se descargan los<br />
diferentes afectos (<strong>Chiozza</strong>, 1975c).<br />
La investigación farmacológica “psicosomática”<br />
Tanto la teoría general de los sistemas, creada por Bertalanffy (1975),<br />
como la informática moderna, no solamente han avalado el concepto, ya<br />
postulado por Freud, de que lo psíquico puede existir privado de la propiedad<br />
de la conciencia, sino que nos han acostumbrado a la idea de que lo psíquico