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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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266 LUIS CHIOZZA<br />

derecho a salvarlo, recurriendo a cualquier medio, de un matrimonio que<br />

ella juzga fracasado e hipócrita.<br />

Los argumentos que justifi can el acoso y el chantaje recorren rápidamente<br />

el crescendo de una escala que es típica y universal. Él la quiere y no<br />

lo sabe. Ella no puede dejar pasar su última oportunidad de tener un hijo, y<br />

menos aún, un hijo del amor. Si él no la ama, la ha engañado, ya que se lo<br />

hizo creer con sus besos y sus abrazos apasionados. Él es un hombre vil y<br />

desconsiderado; por lo tanto, ella tiene derecho a vengarse destruyendo su<br />

felicidad, como él ha destruido la suya.<br />

La conclusión de este segundo nivel de análisis se divide en dos variantes.<br />

La primera es una moraleja. El que la hace la paga. La infi delidad tiene,<br />

en un mundo moral, su castigo. El chantaje cumple, aquí, el papel que en<br />

las antiguas historias, ahora renovadas por la epidemia de SIDA, cumplían las<br />

enfermedades venéreas. En este pensamiento hay, por supuesto, un grano de<br />

verdad, pero no, obviamente, en el sentido simplista que se le suele atribuir.<br />

La segunda variante se resume en la frase: ¿qué le pasa a este tipo?<br />

¿Cómo no se avivó de que se metía con semejante loca? Hay que reconocer<br />

sin embargo que los que optan por este camino interpretativo no se sienten<br />

muy tranquilos, y les queda la sospecha, por lo que luego veremos,<br />

justifi cada, en el fondo, de que no es tan difícil equivocar el diagnóstico.<br />

¿Acaso no hemos dicho que los argumentos que justifi can el chantaje son<br />

clásicos, es decir típicos y universales?<br />

Me propongo ahora, como introducción a este debate (y con esto<br />

quiero decir que no voy a ofrecer una interpretación redonda y conclusa en<br />

sí misma), ingresar en un tercer nivel de análisis, recorriendo la película<br />

con un poco más de detalle.<br />

Para este fi n necesitamos dejar de ver en el cuchillo, en el secuestro de la<br />

nena, en el asesinato del conejo y hasta en la misma aventura extraconyugal,<br />

episodios concretos, para ver en ellos símbolos de una truculencia cotidiana<br />

oculta en vínculos que parecen mucho más inocentes.<br />

Pero empecemos por el principio.<br />

Papá, mamá y la nena no forman una familia feliz. Ella es una mujer<br />

descontenta, que siente que su marido está en deuda con ella. Esto no sólo<br />

se ve en la referencia al peinado antes de concurrir a la fi esta, sino, con<br />

toda claridad, en el regreso, cuando lo manda a pasear al perro y luego,<br />

cuando vuelve, lo recibe con la nena en la cama. La casa que ella quiere<br />

comprar, además, en la vecindad de sus padres, representa para él una<br />

exigencia económica que siente excesiva para el grado de satisfacción que<br />

le proporciona el matrimonio y que le proporcionará la nueva vivienda.<br />

Así vemos, desde el comienzo, el clima de sometimiento en que el<br />

protagonista vive en su relación con las fi guras femeninas.

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