Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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244 LUIS CHIOZZA<br />
se abre camino la sospecha de que tales sentimientos refuerzan nuestra<br />
convicción interna de que somos tontos.<br />
El temor a nuestra propia tontería nos persigue siempre. Si vencemos<br />
la resistencia que obstruye la memoria, descubriremos que precisamente<br />
aquello que nuestra inteligencia tiene de agudo se ha desarrollado como el<br />
producto de un esfuerzo por luchar contra la tontería del niño que fuimos,<br />
o contra la del adolescente tímido que no sabía qué hacer ni qué decir.<br />
Esfuerzo cuyo desenlace, algunas veces, es un niño “dotado” y otras un<br />
adolescente “piola”.<br />
¿En qué consiste entonces esa, nuestra propia, tontería, que es independiente<br />
del grado de desarrollo logrado por nuestra inteligencia? Me<br />
parece que proviene de tres fuentes “infantiles”:<br />
1) Nuestra imposibilidad de alcanzar a papá.<br />
2) Nuestra prohibición de superar a papá, por la cual ser inteligente<br />
y curioso es malo, y ser tonto y distraído es bueno.<br />
3) Nuestros límites en el contacto con la realidad.<br />
Se ve bien claramente que estas tres fuentes pueden ser interpretadas<br />
desde la teoría psicoanalítica del complejo de castración.<br />
Encontramos en Charly algunos signos o resonancias conmovedores<br />
de estos confl ictos.<br />
En primer lugar, su sentimiento de incompletud unido al sentimiento<br />
desgarrador de estar, permanentemente, en falta, pese a su buena voluntad.<br />
Este sentimiento dará origen, en el despertar de su inteligencia, al descubrimiento<br />
desolador de que lo burlan, a su desconfi anza paranoica frente<br />
a Nemur, Strauss y sus amigos del trabajo, que culminará en la vergüenza<br />
que lo acerca a la integración depresiva.<br />
En segundo lugar, y como un impulso saludable nacido de su vitalidad,<br />
el tesón inquebrantable con el cual trabaja y se esfuerza para emprender<br />
“progresos”, su “motivación” para leer, escribir y “ser listo”, su capacidad<br />
de amar, su curiosidad, su fe y su confi anza en la bondad de los demás. Esta<br />
actitud dará origen a su comportamiento reparatorio con la señorita Kinnian<br />
y al logro fi nal del afecto de los amigos que anteriormente lo burlaban.<br />
En tercer lugar, vemos productos intermedios de la operatividad de<br />
estos confl ictos cuya interpretación resulta fascinante. El pensamiento<br />
“concreto” de Charly engendra conceptos e ideas cuya simplicidad<br />
“errónea” nos enfrenta con una profundidad abismal, que algunas veces<br />
se manifi esta en humorismo, otras en una sensatez sorprendente, y que<br />
nos lleva a meditar en la relatividad de las afi rmaciones inteligentes de<br />
nuestro proceso secundario, racional. Si Burt, con su test de Rorscharch,