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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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164 LUIS CHIOZZA<br />

universalidad que equivale a compartir un código o sistema de signos 14 . De modo<br />

que el lenguaje de órgano es tan universal como los símbolos congénitos que se<br />

conservan en los mitos, en los sueños, en el arte o en los usos de una lengua.<br />

Freud llega a hablar de un “modo de expresión antiguo, pero desaparecido,<br />

del que en diversos ámbitos se han conservado diferentes cosas”, y lo asocia<br />

con la idea de Schreber de un lenguaje fundamental que dejaría, como restos<br />

perdurables, algunas referencias simbólicas (Freud, 1911c [1910]*, pág. 152).<br />

En “El interés por el psicoanálisis” sostiene que “lo inconciente habla<br />

más de un dialecto” (Freud, 1913j*, pág. 180), retomando así una vez<br />

más la idea de un lenguaje que, utilizando los recursos de la fi guración<br />

que es posible observar en los sueños (Freud, 1900a [1899]*), expresa un<br />

signifi cado por diferentes medios.<br />

Cuando, con un modelo análogo al de la solicitación somática, señala<br />

la existencia de una solicitación lingüística (Freud, 1901b*), aclara que esta<br />

“solicitación” no sólo posibilita la determinación del fenómeno que buscamos<br />

interpretar (desliz en el habla o en la escritura), sino que marca sus límites.<br />

A partir de ese punto, y de la idea de que el síntoma corporal “participa<br />

de la conversación”, Weizsaecker (1951a) construirá su concepto de<br />

dialecto de órgano.<br />

Cada órgano, en la opinión de Weizsaecker (1951a), participa<br />

“hablando” en el “conjunto de voces”, pero lo que Freud (1900a [1899]*)<br />

llamaba “el miramiento por la fi gurabilidad” (no se puede soñar con<br />

aquello que no puede “fi gurarse”) sucede también en este caso. El órgano<br />

no puede tener mayor riqueza de vocabulario que la que su estructura y<br />

su función condicionan. Cada uno de ellos tiene su “dialecto”, su código<br />

lingüístico particular y específi co, formado por unos pocos “vocablos” que<br />

determinan su propia manera de hablar.<br />

Sin embargo, si las únicas posibilidades fueran esas, el lenguaje<br />

de órgano sería demasiado pobre como para dar cuenta de la normal<br />

combinatoria de los signifi cados propios de distintas zonas erógenas.<br />

Pero recordemos que un afecto “estrangulado” puede descargarse por la<br />

sobreinvestidura de alguna de las inervaciones singulares que forman parte de su<br />

clave normal. Lo que devuelve la riqueza signifi cativa al código, aparentemente<br />

torpe, de un dialecto de órgano, es precisamente su capacidad “latente” de evocar,<br />

en el intérprete, el signifi cado de la clave que el proceso defensivo ha deformado.<br />

En lo inconciente del enfermo, el síntoma que descarga la investidura se ha<br />

erigido en representante simbólico, transaccional, de las emociones implicadas.<br />

14 Uno de los ejemplos más comunes de estas relaciones es la que existe entre<br />

sonrojarse y la vergüenza, que está orgánicamente determinada y por lo tanto es<br />

universalmente compartida.

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