Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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OBRAS COMPLETAS TOMO V 253<br />
Freud (1912-1913*, págs. 96-97) agrega que “Esta dualidad<br />
originaria –según una expresión de H. Spencer– es ya idéntica a aquel<br />
dualismo que se anuncia en la división entre espíritu y cuerpo, corriente<br />
para nosotros, y cuyas indestructibles exteriorizaciones lingüísticas<br />
discernimos, por ejemplo, en la descripción del desmayado o del<br />
furioso: ‘Está fuera de sí’”.<br />
Señala luego que (de un modo análogo al de los primitivos)<br />
proyectamos al exterior el discernimiento de que una cosa está dada en el<br />
mundo, está presente, cuando es perceptible a los sentidos y a la conciencia.<br />
Junto a este estado, agrega, existe otro en que la cosa está latente, pero<br />
puede reaparecer. Esto implica la coexistencia de percibir y recordar o,<br />
llevado a términos generales, implica la existencia de procesos anímicos<br />
inconcientes junto a los concientes.<br />
Concluye, por fi n, afi rmando que “el ‘espíritu’ de una persona o de<br />
una cosa se reduce en último análisis a su capacidad de ser recordada<br />
y representada cuando se encuentra sustraída de la percepción” (Freud,<br />
1912-1913*, pág. 97).<br />
Para completar la concepción de Freud acerca de la relación que hoy<br />
denominamos “psicosomática”, conviene tener en cuenta que, tanto en<br />
La interpretación de los sueños (Freud, 1900a [1899]*), como en “Lo<br />
inconciente” (Freud, 1915e*), sostiene que lo inconciente no reprimido,<br />
tal como afi rma Kant que ocurre con la “cosa en sí” del mundo, es<br />
incognoscible para la percepción conciente. Es necesario no confundir,<br />
señala Freud (1915e*, pág. 167), “el proceso psíquico inconciente, que es<br />
el objeto de la conciencia, por la percepción que ésta hace de él”.<br />
Las consecuencias de la última afi rmación son trascendentes: se nos<br />
impone que no es posible atribuir carácter de somático ni de psíquico a lo<br />
inconciente no reprimido. Sí es posible, en cambio, atribuirle una capacidad<br />
expresiva que, mediante la constitución de derivados, puede manifestarse a<br />
la conciencia de una manera “psíquica” o de una manera “somática”.<br />
La teoría freudiana de los afectos ejemplifi ca claramente estos<br />
conceptos. En lo inconciente existen “ideas” que constituyen las “claves<br />
de inervación” de los afectos (Freud, 1900a [1899]*, pág. 573), tales<br />
ideas “actuales” son disposiciones potenciales al desarrollo de afecto<br />
(Freud, 1915e*). Alcanzan la conciencia como procesos de descarga<br />
que se realizan mediante inervaciones motoras de la vida de relación<br />
y de la vida vegetativa, manifestándose como sensaciones somáticas<br />
(Freud, 1915e*).<br />
Las manifestaciones somáticas de los afectos se perciben como una<br />
presencia física, y equivalen a la actualidad del afecto como “descarga”<br />
expresiva. Freud se hace solidario con la afi rmación de Stricker: “...si en