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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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268 LUIS CHIOZZA<br />

Aquí, creo, nos encontramos en el punto de giro más intenso. En<br />

este punto se abren dos caminos, y las personas recorren uno u otro de<br />

acuerdo a su carácter. Se trate de la mujer amada o del vendedor de la<br />

Enciclopedia Británica, los del primer camino se retuercen los dedos<br />

tomando a su cargo la tarea de aliviar al que sufre. Los del segundo<br />

camino, en cambio, dirán “esto es demasiado”, y se alejarán enojados<br />

sin que les importe cuáles sean las consecuencias. Nuestro protagonista<br />

pertenece, decididamente, al primer grupo.<br />

Ella llega a decirle: “Prefi ero que me digas ‘jodete’”, y él, cuando<br />

extremadamente acorralado, apenas empieza a enojarse, se lo dice, pero, ante<br />

la reacción furiosa de ella retrocede, no puede sostenerlo. En cambio, cuando<br />

ella, luego de haberle comunicado el embarazo, le dice: “No me llames si no<br />

quieres”, él le responde: “No... sí, quiero; ve al médico, ¡cuídate!”.<br />

Siempre la misma historia. Ella, el amo, usa las palabras para producir<br />

efectos; él, atrapado, insiste en interpretarlas y usarlas por su contenido<br />

semántico.<br />

Veamos otro diálogo:<br />

– Pensaba llamarte hoy.<br />

– Estoy avergonzada, quiero disculparme (falso).<br />

–Gracias.<br />

–No es nada. Otros hubieran huido (halago). Todo pasó (lo<br />

tranquiliza). Tengo dos entradas para Butterfl y (vuelve a la<br />

carga). Sin compromiso (disimula la presión).<br />

–Si te engañé en algo, perdóname (quiere retribuir sus disculpas,<br />

que toma por verdaderas).<br />

Las cosas con la esposa, mientras tanto, no van mucho mejor.<br />

En una primera etapa, cuando ella vuelve de la casa de los padres, le<br />

dice, lleno de pánico: “te extrañé tanto”, y, según creo, a pesar de que es<br />

cierto, se siente un falso.<br />

Ante la alegría y la incredulidad de la mujer, no pone objeciones a la<br />

casa y compra sin protestas el conejo.<br />

Digamos, de paso, que la mujer acepta complacida el entusiasmo de él<br />

por poner su estudio en el altillo, pero ella en realidad había pensado antes<br />

que nada en el cuarto de juegos de la hija.<br />

En la segunda etapa, cuando ya el chantaje ha progresado mucho, le dice:<br />

“Deja que te mire, eres bella”. Si no fuera porque la mujer se siente muy segura<br />

con su marido “bien atado”, complaciéndola en todo, ya hubiera percibido los<br />

indicios y la atmósfera tensa en la visita de la amante a su casa.<br />

En la tercera etapa, él le dice por fi n lo que sucede. Aquí me gustaría<br />

subrayar tres cosas.

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