Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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OBRAS COMPLETAS TOMO V 155<br />
el tener que “tragarse algo” (Freud y Breuer, 1895d*, págs. 191, 192 y 193).<br />
Sostiene entonces que jamás se nos hubiesen ocurrido tales giros<br />
lingüísticos para referirnos a determinados afectos, si no hubiéramos<br />
experimentado alguna vez, en ocasión de esos afectos, precisamente las<br />
sensaciones corporales a las cuales dichos giros aluden.<br />
En estos casos, señala Freud (Freud y Breuer, 1895d*), la expresión<br />
lingüística nos parece una transferencia fi gural, porque las sensaciones e<br />
inervaciones somáticas que acompañan a esas emociones, y las expresan,<br />
se hallan hoy debilitadas; aunque en su origen –según nos lo ha enseñado<br />
Darwin (1872a)– encontraban su sentido en su adecuación a un fi n.<br />
A partir de este punto, Freud afi rma que la histeria “acierta cuando<br />
restablece para sus inervaciones más intensas el sentido originario de la<br />
palabra”, cuando “vuelve a animar las sensaciones a que la expresión<br />
lingüística debe su justifi cación” y concluye diciendo que el síntoma<br />
histérico “quizá no haya tomado al uso lingüístico como arquetipo, sino<br />
que se alimenta junto con él de una fuente común” (Freud y Breuer,<br />
1895d*, pág. 193).<br />
De modo que una misma fuente, que podemos identifi car como la<br />
zona erógena, origen de la pulsión, alcanza por un lado la conciencia como<br />
sensación somática, por ejemplo una disfagia, mientras que por el otro<br />
inviste las representaciones-palabra preconcientes que constituyen al giro<br />
idiomático o fi gura lingüística, en este caso “tener que tragarse” un ultraje.<br />
Freud aclara que la erotización, siguiendo “las vías de la infl uencia<br />
recíproca” (Freud, 1905d*, pág. 187) perturba a la función fi siológica que<br />
forma parte de la clave de inervación inconciente (Freud, 1900a [1899]*)<br />
de un afecto normal.<br />
En el caso que consideramos, ocurre sin embargo algo más: las<br />
inusuales inervaciones e inhibiciones corporales que constituyen los<br />
síntomas corporales de la histeria son la transposición de un afecto normal<br />
que ha quedado “estrangulado” por haberse desarrollado en una situación<br />
patógena. “Cuando un cauce se divide en dos canales, se producirá la<br />
congestión de uno de ellos tan pronto como la corriente tropiece con un<br />
obstáculo en el otro” (Freud, 1910a [1909]*, pág. 15).<br />
Vale la pena aclarar aquí que, además de los dos caminos ya mencionados<br />
(es decir, la sensación somática y la investidura de las representaciones<br />
preconcientes), existe un tercero por el cual la excitación se descarga de<br />
un modo, totalmente inconciente, que modifi ca la estructura o la función<br />
del cuerpo. En este último caso, sus efectos son a veces percibidos por los<br />
órganos de los sentidos (o por sus prolongaciones instrumentales) como<br />
una alteración somática que no se acompaña de sensación alguna. (Véanse<br />
los gráfi cos 2 a 5 en las páginas siguientes.)