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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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54 LUIS CHIOZZA<br />

No se trata de negar que “algo” hay allí, sino sólo de afi rmar que lo que<br />

hay no es exactamente aquello que percibe el observador, ni aquello que<br />

percibe el paciente, porque lo que ambos “perciben” es una interpretación<br />

que han hecho de lo que hay allí. Esta interpretación fue realizada a partir<br />

de un dato sensorial que es un símbolo inconciente de lo que entonces,<br />

“luego” de la interpretación, fue “percibido”. Se trata en estos casos de un<br />

símbolo que en la conciencia funciona como un “signo” de que aquello que<br />

hay allí, presente detrás de la roca, es, efectivamente, el cowboy, y no otra<br />

cosa que también tiene sombrero. En otras palabras, nuestra percepción de<br />

un territorio es siempre un mapa.<br />

El défi cit simbólico<br />

Preguntémonos ahora en qué sentido podría sostenerse que el trastorno<br />

psicosomático constituye un fracaso del representar mediante símbolos, y<br />

se mantiene en el terreno de los signos “privados de signifi cado”.<br />

Meltzer sostiene que los elementos beta, privados de signifi cado, se<br />

evacúan en el trastorno psicosomático “atacando a la parte fi siológica”<br />

como pseudosímbolos cuya función es esencialmente asimbólica. Afi rma<br />

que no tienen signifi cado emotivo, pero que, sin embargo, tienen signifi cado<br />

a nivel del ello. Afi rma también que las sensaciones (no las funciones)<br />

somáticas están ligadas a las alucinaciones. Se trataría en este caso de un<br />

tipo de simbolización que no ha llegado al nivel del pensamiento, del sueño<br />

y de la emoción conciente. Es posible pensar que el vínculo que establece<br />

Meltzer entre las sensaciones somáticas y la alucinación hace referencia al<br />

carácter de presencia que poseen dichas sensaciones, lo cual las avecina a<br />

la función del signo.<br />

Nos encontramos, pues, por un lado, con una función asimbólica que<br />

tiene signifi cado a nivel del ello y, por el otro, con un tipo de simbolización<br />

que podemos aproximar a la función del signo. Ambos conceptos ganan<br />

en claridad si aceptamos que el dato sensorial identifi cado como somático<br />

(y no sólo el del médico que observa, sino también aquel que registra el<br />

paciente acerca de sí mismo) es un símbolo que en la conciencia funciona<br />

como signo. Pienso, además, que, de acuerdo con las conceptualizaciones<br />

de Meltzer anteriormente mencionadas, cabría distinguir, en el trastorno<br />

psicosomático, dos tipos de fenómeno: los signos físicos que registra el<br />

médico y el paciente ignora, y los síntomas somáticos que el paciente<br />

recibe en la conciencia como sensaciones físicas privadas de un signifi cado<br />

psíquico intrínseco. Los primeros corresponden a la evacuación de los<br />

elementos beta, los segundos al “área de las sensaciones somáticas”.

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