Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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76 LUIS CHIOZZA<br />
(<strong>Chiozza</strong>, 1978m), se pueden decir varias cosas. En primer lugar, esto no<br />
tiene que ver con el hecho de que aquellos que se ocupan de comprender<br />
el signifi cado inconciente, es decir, nosotros psicoterapeutas, y más<br />
específi camente los psicoanalistas, tienen ante sí una tarea doble: por un<br />
lado, la tarea de tratar a los individuos y, por el otro, la de infl uir sobre<br />
la sociedad que nos circunda. Y esto último no ya en una forma que se<br />
llama psicoterapia, porque no es posible. Por lo menos nuestro método no<br />
tiene una estructura clara en el sentido de una psicoterapia de la sociedad.<br />
Se podrá hacer una psicoterapia de las instituciones o una psicoterapia<br />
de grupo, pero se está hablando de un inconciente social que es mucho<br />
más amplio que el de un grupo o el de una institución y para el cual los<br />
psicoanalistas no han estructurado un método psicoterapéutico, ni la<br />
sociedad les ha atribuido a ellos una tarea de ese género. Hay, en cambio,<br />
algo que existe desde que existe el psicoanálisis, aquello que Freud llamaba<br />
el “movimiento psicoanalítico”. Es un movimiento ideológico que, como<br />
todo movimiento ideológico, intenta infl uenciar en la sociedad. En este<br />
sentido diría, sintetizando un poco, que el movimiento psicoanalítico es<br />
la forma que toma la tentativa de los psicoanalistas de tener infl uencia<br />
sobre la sociedad, intentando modifi car muchas de sus interpretaciones,<br />
cosa que seguramente sucede en el campo específi co de las enfermedades<br />
concretas y su profi laxis mediante lo que en el campo de la medicina<br />
tradicional se indica como educación sanitaria. En última instancia, cuando<br />
un psicoanalista habla en público sobre los signifi cados del cáncer, hace<br />
profi laxis del cáncer y educación sanitaria.<br />
En cuanto a la pregunta sobre si el cáncer es una enfermedad mortal<br />
cuya especifi cidad está dada por la tentativa del individuo de negarse<br />
como individuo, es decir como organismo individual, para recuperar la<br />
inmortalidad de las células que en su singularidad pueden potencialmente<br />
reproducirse al infi nito, me siento en la posición de suscribir casi<br />
completamente lo que usted ha planteado.<br />
El cáncer puede contener una fantasía de inmortalidad. Sin embargo,<br />
sabemos que el cáncer lleva muy a menudo a la muerte del organismo en<br />
el cual reside, y digo del “organismo en el cual reside” porque el cáncer,<br />
colocándose en una posición anárquica, no pertenece al organismo, lo<br />
destruye pero no forma parte de la organización estructural y jerárquica de<br />
la cual formaba parte el conjunto de las células antes de que se desarrollara<br />
el cáncer. Por lo tanto, el cáncer, pasando a través de la distribución<br />
del organismo que lo contiene, falla en su deseo de inmortalidad.<br />
Paradojalmente, las únicas células que pueden, por decirlo de algún modo,<br />
realizar el deseo de inmortalidad, no son las células cancerosas, sino las<br />
células del plasma germinal que pasan de un individuo al otro. En última