Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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128 LUIS CHIOZZA<br />
Así nace la cuestión psico-somática y, junto con ella, nace el drama que<br />
consiste en el intento de comprender a qué categoría pertenece el guión que<br />
une, o separa, las dos partes de la palabra. De más está decir que cuantas veces<br />
se ha explorado la “relación” psicosomática se ha tratado implícitamente a<br />
ese guión como si fuera físico, permaneciendo así, siempre, en una de las<br />
dos orillas que se intentaba vincular. Es habitual pensar, equivocadamente,<br />
que el hipotálamo, o el sistema endócrino, “median” entre psiquis y soma,<br />
sin cobrar conciencia de que la difi cultad en comprender la relación entre lo<br />
psíquico y el cerebro o el hipotálamo no es menor que la que encontramos<br />
cuando procuramos concebir la relación entre los pensamientos y el riñón.<br />
Hacia una teoría psicoanalítica<br />
de los trastornos psicosomáticos<br />
Aunque Freud no articuló en un cuerpo de teoría los elementos<br />
que, dentro del psicoanálisis, son claves para comprender la cuestión<br />
psicosomática, creo que es un error decir, como suele oírse, que no puede<br />
trazarse una teoría psicoanalítica del trastorno psicosomático.<br />
Un elemento clave lo encontramos en la teoría de los afectos. Freud<br />
(1900a [1899]*) señalaba que cuando soñamos con ladrones, y tenemos<br />
miedo, los ladrones podrán ser imaginarios, pero el miedo es real. De<br />
este modo subrayaba el carácter de descarga “actual” (Freud, 1915e*)<br />
que es propio de los afectos, pero también sostenía que todo afecto, en<br />
tanto equivalente a un ataque histérico universal y congénito, es una<br />
“reminiscencia” (Freud, 1916-1917 [1915-1917]*). Otro elemento clave<br />
es su teoría de las zonas erógenas (Freud, 1905d*, 1915c*, 1924c*). Los<br />
psicoanalistas no hablamos de fantasías orales por casualidad, sino que<br />
las llamamos orales porque su órgano fuente es la boca. Es decir que<br />
la teoría psicoanalítica sostiene que las fantasías orales derivan de una<br />
fuente específi camente cualifi cada que determina su peculiar calidad.<br />
Suponemos entonces que un mismo existente inconciente, la zona erógena<br />
“boca”, penetra en la conciencia de dos maneras distintas. Una de ellas<br />
son las pulsiones orales que determinan las fantasías orales; la otra son las<br />
representaciones que confi guran en la conciencia nuestra percepción del<br />
órgano material que denominamos “boca”. Con esto estamos admitiendo<br />
que la teoría psicoanalítica concibe y conceptualiza una relación, que<br />
además es específi ca, entre un órgano corpóreo, la boca, y una particular<br />
cualidad de fantasías. Freud (1915c*) sostenía, al respecto, que del examen<br />
de los fi nes del instinto es posible deducir cuáles son las zonas erógenas,<br />
cualitativamente diferenciadas, que le han dado origen.