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La plegaria del bosque que se rebela
CENTRO EDUCATIVO: Colegio Académico República de Italia
DIRECCIÓN REGIONAL: Coto
BIBLIOTECÓLOGO: Yamileth Bermúdez Ugalde
DOCENTE: William Espinoza Lobo
AUTOR: Josseot Jeadite Barrios Äralos
SECCIÓN: 8-1
l bosque, es en este mundo necesario para la vida, aparte de proveer sustento, es
hermoso, con sus variedades de plantas y animales, albergando misterios cada vez
más intrigantes para el hombre, con sus laberintos formados por árboles prolongados
hasta el cielo. La suave brisa entre los arbustos y tornándose multicolor día a día.
Por la mañana, es dorado como la miel; durante el día es verde, su color natural y
característico; en el atardecer, se torna naranja como los viejos girasoles de la sabana y
al anochecer es azul, como un tranquilo, susurrante, profundo y misterioso azul marino
y así se repite este ciclo de colores brillantes, tan hermosos con un arroyo ondulante
que sigue y busca su camino tan firme y tan tranquilo; pero, todo esto se puede perder
con la intervención del ser humano, el arroyo se secará, la mañana ya no abrasará con
sus dorados brazos el bosque. Porque este será gris y triste y el aire no sería tan puro.
Los animales perderían su refugio y las plantas serían asesinadas para crear caminos y
edificios que cubrirían su suelo fértil, en una gruesa capa de hormigón y asfalto y después
el ser humano se arrepiente y quiere solucionar el problema; pero, ya es demasiado tarde
y todo lo que era ya no será más.
Se convertirá en una gran ciudad, con muchos lujos y mucha delincuencia, donde mueren
personas día a día. Era un gran bosque, ahora es una ciudad más grande que el mismo
bosque el cual han destruido. Un pequeño zoológico en el centro fue lo único que quedó
del lindo bosque y el zoológico es una forma de remediar el problema; pero, es en vano,
ya no es lo mismo. Los animales jamás volvieron a cazar, ni a disfrutar de las verdes
praderas o la refrescante agua del arroyo y ya casi no hay plantas, más que una que otra
florecilla en los maseteros de las ventanas de los edificios. es algo triste; ya no se escucha
el trinar del gorrión por la mañana; el cuco del pájaro péndulo por la tarde o el sonido del
búho por la noche, ahora lo que puedes escuchar son los ruidos de la ciudad, personas
hablando los motores de los autos y la maquinaria de construcción y el ambiente es sucio
siempre lleno de humo y el olor a azufre de la calle desgastada de asfalto y al llover ya no
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