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Catalina y los Dumys<br />

CENTRO EDUCATIVO: Liceo Santa Gertrudis<br />

DIRECCIÓN REGIONAL: Alajuela<br />

BIBLIOTECÓLOGO: Marcela Hidalgo Murillo<br />

DOCENTE: Angelina Molina Barrantes<br />

AUTOR: Fabiola Guzmán Acón<br />

SECCIÓN: 8-6<br />

abía una vez una pequeña niña llamada Catalina. Ella pasaba mucho tiempo<br />

en la biblioteca de su colegio, ya que le gustaba mucho leer. Un día en el que<br />

Catalina leía su libro favorito al lado de una estantería, cayó un libro, al darse<br />

vuelta para acomodarlo en su posición encontró una puerta.<br />

Luego de un rato cuando todos se habían ido a sus casas, ella se quedó recorrió<br />

los estantes y abrió aquella puerta que le causaba tanta curiosidad. Dio un paso al<br />

frente para entrar a aquel lugar oscuro del cual aún no sabía nada, pero se había<br />

propuesto a si misma averiguarlo, y de un momento a otro aquella puerta se cerró<br />

dejándola sin más opción que caminar hacia adelante. Tal vez, la puerta no estaría<br />

completamente cerrada pero sabía que si volvía no emprendería esta ventura. Se<br />

motivó a sí misma para seguir adelante cuando el miedo la vencía una vez más,<br />

continúo caminando por lo que a ella le parecían horas. Al paso del tiempo encontró<br />

lo que parecían pequeñas camisas hechas de retazos de una tela en particular: La de<br />

las camisas de su colegio, se preguntó ¿A quién le quedaría una camisa tan pequeña?<br />

Siguió caminando un rato más y como ya estaba cansada se sentó a las orillas de lo<br />

que parecía ser una pared. No podía creer lo que sus ojos veían, eran unas figuritas<br />

extrañas de color piel, como estaba muy lejos no logró divisarlas bien y antes de<br />

que se diera cuenta ya estaba siguiendo a esa extraña figurita. Al acercarse se dio<br />

cuenta que no eran figuritas sino una pequeñas personitas con la nariz respingada y<br />

las orejas puntiagudas, usaba pequeñas camisas de diferentes colores, de ahí eran<br />

los retazos, también llevaban todos lentes. Tenían un pequeño árbol de Guanacaste el<br />

cual tenía unas hojas muy frondosas en el cual vivían todos, no eran muchos quizás<br />

unas veinte o treinta personitas. Catalina se decidió a hablarles, de todos modos lo<br />

más malo que podía pasar era que los asustarla, pero si los asustaba, ¿cómo saldría<br />

de ahí? Ya no recordaba el camino de vuelta.<br />

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