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que pagarme nada. Yo creo que no es así, pero qué puede hacer uno pobre para<br />

luchar contra los poderosos. Con qué pago un abogado que me defienda.<br />

Gabriel verdaderamente tiene motivos para preocuparse, porque él es el mayor de<br />

los hijos de aquel matrimonio y cursa el cuarto año en el colegio de Tejarcillos de<br />

Alajuelita. Además tiene cinco hermanos de los cuales dos más cursan colegio y dos<br />

la escuela y Luisito el menor que aún no tiene edad para ir a la escuela.<br />

Todos piensan -¿cómo harán ahora para hacerle frente a los gastos del hogar?-, pues<br />

su padre es la única fuente de ingresos de la familia. Gabriel vive en un permanente<br />

conflicto consigo mismo y con el entorno, ya que se niega rotundamente a convertirse en<br />

lo que ahora son la mayoría de sus antiguos condiscípulos de la escuela, consumidores<br />

de drogas casi todos, muchos de ellos vendedores obligados de esos ilícitos productos<br />

para poder satisfacer sus diarias necesidades de piedras o de marihuana. También<br />

sueña con ganar dinero suficiente para que sus hermanitas no tengan que vender su<br />

cuerpo a tan tierna edad que todavía deberían estar jugando con sus muñecas, como<br />

le sucede a muchas de sus antiguas compañeras.<br />

En momentos como el presente, que las inclemencias del tiempo lo obligan a confinarse<br />

dentro de su humilde hogar; Gabriel deja que su mente y su mirada divaguen<br />

libremente, visualizando una escena a futuro donde él atiende a personas de escasa<br />

escolaridad para defenderlos de los abusos de los inescrupulosos que atropellan a<br />

esas personas como hoy le sucede a su padre. Por eso y para eso sueña con llegar<br />

a ser algún día un profesional en derecho, un distinguido abogado. Esa es la razón<br />

de que se aferre con las fibras más profundas de su voluntad a su permanencia en el<br />

colegio, porque sabe que si tuviera que abandonar sus estudios para aportar ingresos<br />

económicos a su hogar muy difícilmente podrá retomarlos algún día.<br />

En manto de la noche poco a poco va cubriendo aquella barriada y Gabriel, al igual<br />

que lo hace todas las noches, eleva una plegaria al Padre Supremo y a su arcángel<br />

homónimo para que les depare una luz en el camino que les permita un alivio en su<br />

penosa rutina de vida.<br />

A la mañana siguiente la familia reunida consume su humilde desayuno alrededor de<br />

su vetusta mesa y la madre expresa quizá para romper aquel pesado silencio:<br />

- Gracias a Dios ya pasó la llovizna y que sabroso solcito para que se seque toda la<br />

ropa, porque si no después coge mal olor y es como si no la hubiera lavado. En esas<br />

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