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hojas secas que venían desde lo más profundo de donde nace el río.<br />

Cayó la tarde. Era hora de volver al terruño, sin embargo, no consideraban un imprevisto<br />

que les preparó el macizo bosque. El grito de una mujer proveniente de lo más interno<br />

de la montaña, constante, espeluznante, como si un cruel asesino profanara la vida<br />

de aquella desdichada. Impresionados, los muchachos tomaron la rápida decisión de<br />

ir al rescate de tan desventurada dama y armados con un rifle se metieron en la selva<br />

por rutas completamente desconocidas, con la poca luz que el sol les cedía.<br />

Con el tiempo en contra, buscaron alguna muestra de que en el lugar había sucedido<br />

un acto de agresión. Se preguntaban qué harían al toparse con un grupo de asesinos,<br />

cómo actuarían. Consideraban regresar al pueblo para pedir ayuda, pero la noche<br />

les hacía una mala jugada, provocando que perdieran su propio rastro. Sus pies<br />

adoloridos ya, no aguantaban un paso más por aquel suelo tramposo. Decidieron<br />

descansar en un claro, apadrinados por una luna que comenzaba a formarse.<br />

Antes de que el amanecer cayera sobre el bosque, los muchachos sintieron una<br />

presencia que invadía su entorno. Coronel ladraba incansablemente, e invocando a<br />

medio Cielo, uno de los muchachos tomo el arma y apuntó a lo que parecía ser un par<br />

de figuras que avanzaban hacia ellos.<br />

Al fin amaneció. Y lo que se aproximaba hacia ellos era un par de baquianos que por la<br />

claridad de la primera centella de la alborada se lograban distinguir. Se bajó el arma,<br />

mas no la guardia. Parecían venir con intenciones pacíficas, cuestión que se confirmó<br />

cuando los rostros ya más cerca se lograban reconocer. Eran conocidos del pueblo.<br />

Se les contó todo, los gritos de una mujer, el extravío durante toda la noche. Los<br />

hombres se dispusieron entonces a aclararles el misterio: se trataba de un pájaro<br />

nocturno, el cual merodeaba las montañas y a quien se le culpaba por la desorientación<br />

de muchas personas dentro de la fosca selva. Al fin hubo paz para aquellos jóvenes,<br />

quienes regresaron a sus casas con el alma de nuevo en sus cuerpos, asegurándose<br />

a sí mismos, no caer nunca más en las trampas de aquel malandrín ser.<br />

El tiempo ha pasado, más los ruidos melodiosos de aquel campo son constantes;<br />

incluso aquel que se puede percibir al agudizar el oído: el grito de una mujer sepulcral<br />

acompañado, esta vez, por una carcajada maléfica de un ser que se goza en la<br />

desgracia de aquella torturada criatura.<br />

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