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El visitante recurrente
CENTRO EDUCATIVO: Liceo Unesco
DIRECCIÓN REGIONAL: Pérez Zeledón
BIBLIOTECÓLOGO: Ana Lucía Quesada Madrigal
DOCENTE: Carlos Bermúdez Campos
AUTOR: Andrés Abarca Jiménez
SECCIÓN: 9-1
ra una noche, oscura, fría, el aire contenía una cierta electricidad ocasionada por
la propia noche tenebrosa, tanto que la Luna no se atrevía a salir y las estrellas
titilaban de miedo, la niebla se apoderaba poco a poco del paisaje de la ciudad.
Al final de la acera, en la oscura y densa niebla, se dibujaba una sombra de aspecto
tétrico, conforme transcurrían los segundos esa sombra cada vez se acercaba más y
más hasta el punto que de la densa niebla surgía un espectro sombrío, era el visitante
recurrente, cubierto completamente por un manto negro, la mayor parte de su cuerpo
eran solo los huesos de un cadáver en descomposición, consigo portaba una oz de
aspecto sombrío con una larga hoja curva masacrada por el tiempo, la cual estaba
incrustada en un viejo y delgado tronco de roble víctima del uso inhumano. Sus pasos
firmes, se dirigían a una casa abandonada que se caía a pedazos, sin fluido eléctrico
y la vegetación se apoderaba poco a poco de la casa.
Al entrar en la casa, parecía que la hubieran robado, desordenada, sucia, los sillones
llenos de huecos y enmohecidos, un piso de madera deteriorado que al caminar crujía,
la cocina emanaba un olor horripilante, había por toda la casa restos de candelas y
en el techo grandes agujeros. Mientras caminaba por la casa en ruinas observó que
la habitación principal estaba iluminada por candelas, recorrió el pasillo que llevaba
a la habitación, sobrepasando algunos muebles caídos y algunas grietas grandes en
el tablado del piso de madera. Al fin llegó a la habitación que al igual que el resto de
la casa estaba muy deteriorada, con una cama que apenas se podía sostener, en los
muros agrietados colgaban muchas fotografías de una familia, el aire se tornó tan
pesado en esa habitación que resultaba difícil respirar.
Cuando el espectro entró en la habitación se detuvo el tiempo y un anciano de unos
85 años llamado Juan, en su lecho de muerte dijo irónicamente:
- ¿Al fin vienes por mí?, ¡Tengo tiempo de estar esperándote¡ A lo cual el espectro
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