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perdidas y de almas atroces y si es así, te será permitido el temer.
Cuando la muerte ha de tocar tu puerta, no planees huir como un conejo que brinca
por las praderas, tembloroso y asustado, mientras el tigre le asecha y con grandes
pasos se come los suyos, y a cada minuto acaricia su sombra con tacto mortal, hasta
que por fin, sus fauces se cerrarán sobre su pelaje aterrorizado. No te conviertas
en el conejo amigo mío y déjate llevar, acepta tu castigo, acepta que ya es hora de
desplegarse del frío suelo, del mundo mentiroso y jocoso, acéptalo…ya es tu hora.
El mundo, la tierra, tu continente, tu país, tu estado, tu familia, tu vida. ¿Cuéntame,
la has pasado bien entre risas socarronas y puñaladas de mano cubierta? ¡Cuéntame
amigo mío! ¿Cuántas veces tendiste tu mano al pobre herido y este la tomó para
luego escupirla con veneno emético; y tu dócil animal te ha mostrado sus colmillos
cargados de envidia y descaro? ¡Cuéntame amigo mío! Dime cuántas cicatrices, en tu
espalda, han marcado las puñaladas de la mentira, y dime, ¿tú corazón esta tan sano
como lo fue antes de mirar por primera vez el sórdido mundo reinado por el humano
imperfecto para la teología, pero perfecto para la biología?
Dime mi amigo de puro corazón, por favor, dime la verdad. ¿Antes de que el viento
acariciara tú piel y que los astros te iluminen, antes de tocar la vida, ¿Pensaste que
sería así de fría? Un mundo de colores y de canciones, de versos y suspiros, una
apariencia, una máscara que esconde la lengua de la viperina?
Amigo mío, no temas a la muerte cuando toque tu puerta, invítale y acompáñala al
paraíso, como bien te he correspondido, pues yo, sentada en mi colchón de humildes
telas la he de esperar impaciente, pero como buena mujer no la apresuro, sino espero
su llegada, cual pequeño que mira el cielo escarchado, hasta después de décadas
encontrar una estrella fugaz. Espera y no le temas, es más, sonríele al verla y ve
preparando tu lápida gris y ve sembrando tus rosas blancas.
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