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humilde tienda de su padre, pero eso no le evitaba gastar su dinero (y el de sus
padres) apostando en la clandestinidad, había ganado una gran deuda imposible de
pagar por lo que se fue convirtiendo en una amenaza de muerte.
Ese sábado maldito, marcó su vida, él se había quedado a dormir en la casa de su
novia, mientras ignoraba lo que ocurría en su hogar. Al día siguiente llegó a su casa,
solo encontró a unos policías que le contaban lo sucedido: sus padres y su hermano
habían sido asesinados la noche anterior, sus progenitores fueron atados a unas sillas
en la sala de estar donde recibieron un tiro en la sien, y el hermano de Javier fue
asesinado en su cama, le taparon su rostro con una almohada y le dispararon en la
frente. Javier no pudo hacer nada en ese momento solo llorar desconsoladamente.
Al siguiente mes, el caso se enfrió porque la policía no contaba con evidencia o
ninguna pista para seguir con el caso.
Reclamó la herencia y el seguro de vida de sus padres.
Huyó de esa maldita ciudad, deseaba dejar el pasado atrás, así que se fue a otra
ciudad en la que nadie lo conociera, se cambió el nombre y con el dinero de sus
padres formó una pequeña empresa que creció hasta llegar a ser unas de las más
reconocidas del país.
Pero huir de su pasado no evitó que este lo atormentara, tenía todo lo que podía
desear pero la culpa le corroía las entrañas.
Hasta esa noche, los rayos y sus sonidos entraban en sus oídos como zumbidos
irritantes, que lo convertían en demente.
Javier volvió a emprender su búsqueda y por fin encontró lo que buscaba.
Se sentó en la cama, temblaba sin control, sonó un estruendo y la habitación se lleno
de humo color plata, mientras una gota negra corría por su mejilla, en ese instante
empezó a asomarse el Sol para dar fin a esa maldita noche...”
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