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de la razón, lo correcto en contra de lo deseado. ¿Cómo podía ostentar un lugar al
lado del Sol siendo un fenómeno incomprendido, con el corazón mudo y el alma
desesperada por causa de la impotencia? Cada día luchaba en contra del monstruo
que me invadía, pero al final siempre descubría que no daba más que golpes en el
aire. Declaré la guerra a mi peor enemigo y descubrí que mi peor enemigo era yo
mismo.
Fue entonces cuando descubrí que se había puesto la luna llena y la luna llena se posó
sobre mi corazón…
No podía soportarlo más, había llegado a mi límite. La bestia se desató de cientos
de cadenas mentales que le había impuesto durante años y fui dominado, absorbido
por aquello que tanto tiempo contuve. Me había convertido en un monstruo creado
para matar y hacer daño. Condenado eternamente a una prisión maldita llamada
“yo mismo”. Totalmente aparte del mundo y destinado a vivir en la oscuridad con el
corazón vacío intentando desesperadamente sobrevivir.
Entonces enfrenté a la bestia y si bien no la derroté, la acepté como parte de mí. Y
aun si luchar por mi felicidad me convertía en un monstruo egoísta al menos debía
intentarlo. No necesitaba ser como todos si eso me hacía infeliz; podía ser diferente
y sonreír desde mi alma en lugar de fingir una sonrisa mientras mi alma se caía en
pedazos.
Y entonces comprendí que yo no era un monstruo, solamente un hombre que amaba
a los hombres. Y aunque existieran personas que no aceptaran esa parte de mí, yo
ya la había aceptado y eso era lo único que realmente importaba. Lo más difícil había
pasado ya. Perdí el miedo a amar, pues lo único que siempre deseé fue tener a alguien
a quien poder darle lo mejor de mí sin importar el “qué dirán”. Por mucho tiempo
me consideré a mí mismo un fenómeno, pero esa etapa había terminado. Ya no tenía
miedo de disfrutar el mundo junto a un enorme sol para que iluminara mis días en
lugar de malgastar mi vida al lado de una estrella de la que nunca iba a valorar su
brillo, causando su desdicha al no poder amarla.
Fue el inicio de una nueva era, donde no había lugar a los problemas de autoestima.
Sin temor de ser diferente, o mejor dicho, orgulloso de serlo. Una nueva era que
decidí llamar: aceptación.”
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