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Una aventura que contar
CENTRO EDUCATIVO: Liceo Katira
DIRECCIÓN REGIONAL: Zona Norte-Norte
BIBLIOTECÓLOGO: Rocío Álvarez Espinoza
AUTOR: Brayan Gerado Rodríguez Valerio
SECCIÓN: 8-2
Era una mañana lluviosa y con rayería, de esas en la que no te quieres ni
levantar, sonó el reloj despertador de mi celular por segunda vez, me di vuelta
y lo apague, con el mayor esfuerzo patee la cobija al borde de la cama, baje los pies
y salte al sentir el frío del piso, luego como si empujará la almohada hacia adelante,
entre al baño, por cierto tuve que llamar a gritos a mi mamá, para que me pasará la
toalla que se me había olvidado. Sin mucho tiempo que perder; me vestí rápidamente
con el uniforme del colegio, metí uno que otro lapicero y los cuadernos según el
horario y listo, a esperar el bus de los estudiantes. Al llegar al portón del cole pensé
—¡Otro día igual de aburrido!, ¡Sin saber lo que me esperaba!...— Los primeros en
saludarme fueron los compas que siempre están en las buenas y en las malas, ¡Kristy,
July, Jason, Eduardo y Yeilin!, quienes tenían una cara de desvelo total—imagine
que era por el trabajo de Español que tendríamos que presentar a las diez de la
mañana de la lectura de “Orlando”. Luego, nos dirigimos al aula, a nuestras primeras
lecciones, las cuales eran de Matemáticas, — ¡Qué horror!— no nos quedaba otra
opción más que asistir, porque para variar en el primer examen nos “reventó a todos”.
–¡Presente!, respondí cuando pasó lista —Ya en el pupitre a prestar toda la atención
al profesor, pero, qué va, él empezó a hablar como en otro idioma, — ¡No sé sí era
árabe, mandarín o japonés!; parecía una metralleta (disparando miles de palabras
por segundo), después, anotó unas ecuaciones trigonométricas y logarítmicas de
práctica en la pizarra, con eso nos remató, ¡eran jeroglíficos!, todos hacían miles de
gestos de ¿Qué es eso, cómo se come?— ¡Fijo no era el único que no comprendía
la explicación! ¡Pero, nadie se atrevió a decir que no entendió, por miedo a que los
demás se burlaran! — Observe a mí alrededor, y todos intentaban realizar la práctica
de solo veinticinco ejercicios. ¡Qué frustración tan horrible.
—¡Blimm Blimm, tiiiiiriiiiimmm!. Sonó el timbre, que anunciaba el recreo, ¡La salvación
para todos los quintos!
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