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Deja ya a esa criatura, déjala sola y en paz,
Que aquel que se arrepiente de corazón
Tranquilo deberá descansar.
De forma inesperada la bestia comenzó a brillar tanto que la misma luna agazapada
quedó. Sus lágrimas ya parecían perlas de alto contraste y su cuerpo entero parecía
flotar. Los animales, los árboles y el propio bosque de su entorno observaban aquel
espectáculo con desatino; como que si aquello que mirasen fuese el propio sol
surgiendo del horizonte. Pero no cualquier sol, sino un sol abrazador, que apenas era
visible de apreciar.
Poco tiempo después, esa infinidad resplandeciente volvió apagarse, quedando la
bestia descubierta de aquella vasta capa de luz reluciente, en el que la admiración y
el miedo en ese lugar reinaron, casualmente instruyendo el enfoque de aquel ser en
su control interno, restringiendo las capacidades cognitivas de la razón o de la lógica.
Cosa como tal no cabía en la mente de aquel ser.
Atemorizado, Impresionado e ido de la situación, aquella criatura inesperadamente
en diminutas partículas inicio a desplomarse, aquello era similar a apreciar a millones
de espejos dirigirse hacia al firmamento, como una de las más viles mentiras de las
se haya contado; se formó un camino de brillo matinal en aquel lugar desconocido.
El ambiente ya se había tornado denso por la situación, y del mismo modo había un
sentimiento de vacío en los alrededores. Dirigiendo aquello que alguna vez fue un
gigante al misterio eterno. Llevándose consigo el secreto de su sufrimiento y de su
soledad. El gigante colosal descansó en paz.
¡Oh gigante melancólico, vete hacia allá!
sin tu sufrimiento y sin tu soledad;
olvida aquellos errores que no tornarán
por tu súbita tristeza y soledad.
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