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haber probado la chicha que regalan sus amigos ,pero no hay problema porque los
bueyes ya saben el camino y vienen despacio, pero con paso firme, con la cabeza
en alto, jalando la carreta con mucho cuidado como si conocieron el gran valor sus
pequeños ocupantes.
Ya no se escuchan los “guipipías” solo el “tritritraque” de las carretas. Ya no se
escuchan la gritería de los boyeros ni la alegría de los chiquillos arreando los bueyes,
ya todo es silencio, solo se escucha un millar de chicharras y algún cuyeo a lo largo,
acompañado de una luna serena y miles de estrellas y las luciérnagas que nos alumbran
todo el camino, ya vamos llegando a nuestro querido Higuito, ya vamos llegando a
nuestro terruño, nos reciben alegremente bobi y canelo moviendo su cola y ladrando
fuertemente como si nos estuvieran dando la bienvenida.
Llegamos rapidito a dormir porque mañana hay que ir a la escuela, no sin antes
ordeñar la vaca y atender los terneros.
Vivencias con don José
CENTRO EDUCATIVO: Liceo Monseñor Rubén Odio Herrera
DIRECCIÓN REGIONAL: Desamparados
BIBLIOTECÓLOGO: Ana Ureña Ureña
DOCENTE: Andrea Portugués Zúñiga
AUTOR: Valeria Mora Corrales
SECCIÓN: 11-5
on José era uno de los primeros habitantes de mi barrio y mi vecino de al lado.
Físicamente no era diferente al de los demás señores de su edad pues su diferencia
radicaba en sus costumbres: había decidido vivir como lo hizo en su juventud.
Todos los días se despertaba apenas cantaba el gallo. Muy temprano se podía aspirar
el olor a café recién chorreado y a tortillas saliendo del comal. Una vez que terminaba
su desayuno, don José salía a alimentar sus numerosas gallinas.
Cuando acaba sus labores matutinas, se iba a trabajar a su finca en compañía de una
yunta de bueyes y un perro a quien llamaba “Cholo”.
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