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chocáramos contra los muros de la semejanza y la equivalencia – pregunté luego
de bajarme de la banca y con la garganta a punto de explotar – yo digo que no es
convivir con la igualdad o la exactitud, no es la zozobra de la plenitud en cada nombre
… en cada ser.
Así finalicé mi discurso, creo y creé que iba a terminar con aires más glorioso pero no
fue así, simplemente todos volvieron a sus asuntos y fue entonces, cuando vi venir mi
verdadera gloria, Francela venía hacía mí.
- Gracias- me agradeció, tomándome la mano – fue muy valiente lo que hiciste. Me
dijo dándome un beso en la mejilla y se marchó.
En el momento quede paralizado, quede helado en unos momentos que más rápido
pasaron por mi cabeza y cuando vi que siguieron juntas su camino Francini se volteó
y ¡Por fin sonrió!
De lo que aún me sentía orgulloso era de no haber sido “ como todo mundo” e
intentar comprenderlas porque al final todos somos iguales, todos tenemos esa cabeza
de globo que por más adversidad, malas noticias o pesares nunca nos va explotar.
Nuestra cabeza es un globo que se infla y se infla con el peso de nuestros problemas
y con nuestra aguja nosotros decidimos cuando desistir de los problemas y darnos por
vencidos porque, todas las cabezas son un globo, todas tienen un color: mi cabeza es
talvez naranja pero hay varios miles que tienen el mismo color, así como un nombre,
pero es tuyo y puede ser de muchos.
A pesar de todo eso me sentí y ellas se sintieron diferentes porque comprendí que
no solo en tu cabeza puedes guardar tus males y tristezas, por un instante sentí que
podía guardar todo eso y mis alegrías en una cajita que retumbaba en mi pecho, una
cajita donde atesore esto: Mi nombre es Marco y ellas son Francela y Francini, podrán
ser idénticas y mi nombre lo tendrán otros cientos pero…somos únicos.
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