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¿Cierto?
Decir, por ejemplo… Que un corazón se detiene por acción fatídicamente natural.
Cuando, simultáneamente, una mujer se presume de madre.
Que hay quienes llaman “basura” a los alimentos sobrantes cuando en el mundo
mueren al día veinticuatro mil personas a causa del hambre.
Que la pobreza esclaviza al humano promedio a costa del provecho ajeno.
Que la venta de armas alimenta a los habitantes de grandes estados mientras miles
de inocentes son torturados y sufren una guerra por la cual nunca apostaron.
Que se extinguen animales por ambición humana…
No basta…
¿O quisiéramos decir… No, basta!
Pensar sobre estas simultaneidades relativas que se posan sobre muy pocas cabezas,
generan un estado de malestar gástrico para el intestino de la Madre Tierra. Madre
como única fundadora, protagonista y espectadora de las calumnias y los disturbios
que nuestra raza, como profesional, se ha esmerado en ejercer.
Ahora bien, si continúa la crónica, profetizada banalmente por varios sembradores
de pánico, caeríamos en una indiferencia olímpica que competiría contra los mejores
para hundir a aquellos que estorban en un mundo donde la felicidad se evidencia en
la visión paulatina de ver caer a los demás.
Porque el mundo se ha alejado del ser solidario que sí existió, porque para sentir
felicidad basta con encender la televisión (inmensos agradecimientos a Walt Disney
que inventó los finales felices).
Y qué si botamos una a una estas cintas adhesivas de falsas pasiones, de amores
sensatos y robóticos que sólo se llenan de anotaciones en el calendario.
Si nos despojamos de todo ser material y nos disponemos a sentirnos inmersos en
alguna fuerza mayor, por la magnificencia de la naturaleza y formar parte de una
pasión metafísica que solo necesite de un paraje para su manifestación y que se
propague por cada ser inerte o impetuoso, que sea aire, suelo, piel y pupila… Para
que nadie sufra algún posible temor por vivir sin ataduras.
Son estas vivencias las que se me presentan como excepcionales y obligatorias de las
que vale el placer discutir o en este caso plasmar con tinta perpetua.
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