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- “Pero…” – la imitó en el tono de voz - ¿qué? – refunfuñó Elena. – si no completas
no entiendo.
- Nada. Tenemos que despedirnos de este lugar. – Katherine, de ojos más pequeños
y cabello castaño se puso en pie retirándose de la banquita. Dejando atrás a Elena.
Ya en su casa trató de tomar las cosas con calma. ¿Qué haría fuera del colegio? Le
asustaba la vida “real”, un sistema más extenso al que adaptarse, obligaciones más
pesadas, decisiones mejor pensadas. La independencia personal que un día había
deseado tanto, hoy le asustaba. Rostros, risas, trozos de conversaciones, llanto, enojo,
frustración. Tantas emociones como le fuera permitido a un humano sentir. Todo eso
lo recordaba y lo sentía.
Los logros. Esas personas allegadas. Los profesores. Cada salón. La cuenta regresiva
era de días y ahora que analizaba todo, extrañaría su colegio completamente. Miles de
personas ya habían pasado por esta página de la vida. Seguramente habían sentido
lo mismo.
- Ahora me toca a mí pasar de página, avanzar, ¡yo puedo! – se animó a sí misma
metida bajo las sábanas, antes de dormir. Seguía asustada, pero ahora con más
valor. Ya conocía la incertidumbre del paso de etapas – de páginas – como decía la
gente al referirse a la vida como si fuera un libro. La mala sensación se iría cuando
se encontrara en ella. Ese era el rumbo de la vida que tenía escogido desde un inicio,
solo le tocaba fluir. Se preocuparía y esforzaría, sin exceder el límite, al menos con lo
de preocuparse. – sin presiones – susurró, a punto de quedar dormida.”
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