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Una vieja historia de mi padre
CENTRO EDUCATIVO: Liceo San Francisco Lic.Daniel Oduber
Quirós DIRECCIÓN REGIONAL: Cartago
BIBLIOTECÓLOGO: Maury Barquero Sandoval
DOCENTE: Adriana Céspedes Brenes
AUTOR: Randall Villalobos Cortés
SECCIÓN: 8-1
e contó mi papá que en el año de 1982 un grupo de amigos que estudiaban aquí
mismo en Agua Caliente, decidieron dar un paseo con merienda, los chiquillos
siempre llamaban por apodos pero no de forma ofensiva sino en un ambiente
de respeto y confianza, esa era la forma de sentirse miembros de un selecto grupo,
a Arturo le decían cachetes, a Bolívar Bolincha, pero era conocido como Boli. A un
tal Fernando le decían Treinta, porque no le gustaba que le dijeran treinta y cinco, y
a mi papá nunca le dio la gana decirme cómo le decían a él, la cosa es que ellos se
dirigieron al cerro que está en la entrada de la Cuidad de los Niños, entonces conocido
como el alto de la cruz. De camino se hacían preguntas sobre el origen de ese mítico
lugar ya que habían escuchado que en ese sitio se había construido un pequeño
monumento en forma de altar con una cruz en la parte superior, para pedir al cielo
que no se formara un volcán en nuestra comunidad, también había historias sobre
brujas, espantos y hasta desaparecidos, y que por eso pusieron la cruz: para proteger
a la comunidad de los fenómenos que se daban en el lugar.
La ansiedad por conocer aquel sitio dejaba a los que entonces eran unos niños con
la mirada perdida en el firmamento y la ilusión de explorar un sitio que prometía ser
una expedición histórica en un lugar del que se comentaba por vecinos de la zona,
ser algo peligroso, ya que se habían dado secuestros de niños, pero tomando en
cuenta que los jóvenes emprenderían su viaje de día y programaron su estadía en
no más de una hora, decidieron correr el riesgo, al fin de cuentas en ese tiempo no
eran comunes incidentes de esa índole. Al llegar al espacio de reunión, los jóvenes
exploradores hicieron un recuento del material disponible para su travesía: dos
paquetes de tortillas. Una lata de atún de las que no tienen abre fácil, ocho huevos
crudos que se encontraron en el jardín de la casa de doña Rafaela Solano, una bolsa
de confites recogidos de una piñata, y como equipo de supervivencia un mecate de
cinco metros de largo, una cuchilla, un espejito para hacer señales, cuatro pedacitos
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