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pelo…No me importa que me lleve colgada de un brazo, porque lo hace con cariño,
pero ahora están flojos y el derecho a veces se me despega. A pesar de todo, yo sé
que me ha querido mucho, pero el cariño terminará en el momento que aparezca la
nueva muñeca.
El día de su cumpleaños, Ximena se levantó temprano, no le preocupó Rosita,
despeinada y con un zapato, quedó en el suelo a la orilla de la cama. Después del
almuerzo llegaron sus primitas. La mamá había hecho un pastel y en la tarde llegó
su padre con una caja muy grande. Era una muñeca bellísima, la más grande y linda
que Ximena había visto. Tenía un precioso vestido color sandía que armonizaba con
sus mejillas nuevas. Bajo el sombrero una linda cabellera que la niña acarició con
sus manitas amorosas. Además se reía como canto de jilguero, Ximena la tomó de la
mano y la hacía caminar ante los ojos asombrados de sus primitas.
Veían, sonreían, ¡vean esta es la muñeca que yo quería! Vean como camina. Rosita,
desde el fondo del armario con el oso, el coche y la bola se arrugaba de angustia.
Esa era la muñeca que Ximena quería.
Cuando cayó el sol y se fueron las visitas, comieron juntos comentando cómo fue la
fiesta de cumpleaños.
Bueno Ximena, dijo la mamá, -has tenido un día muy feliz ¿verdad? Pero ya es hora
de dormir.
La niña era obediente. Tomó la muñeca de la mano, paso a paso la llevó hasta el
cuarto. La sentó en la silla, le arregló el peinado y le alisó el vestido. Trajo una cobijita
y le abrigó las piernas. Luego preparó la cama, buscó en el fondo del armario y se
durmió con Rosita en sus brazos.
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