ANALECTAS-Confucio
Las Analectas constituyen el único texto en el que puede encontrarse al Confucio real y vivo. En este sentido, las Analectas son a Confucio lo que los Evangelios son a Jesús. El texto, que consiste en una serie discontinua de afirmaciones breves, diálogos y anécdotas cortas, fue recopilado por dos generaciones sucesivas de discípulos (discípulos y discípulos de éstos), a lo largo de unos 75 años tras la muerte de Confucio, lo cual significa que la recopilación fue probablemente completada un poco antes, o alrededor, del año 400 a. de C. El texto es como un edredón multicolor hecho de piezas: son fragmentos que han sido cosidos juntos por diferentes manos, con una habilidad desigual, por lo que a veces existen algunas repeticiones, interpolaciones y contradicciones; hay algunos enigmas e innumerables grietas; pero en conjunto, se dan muy pocos anacronismos estilísticos: el lenguaje y la sintaxis de la mayoría de los fragmentos son coherentes y pertenecen al mismo periodo.
Las Analectas constituyen el único texto en el que puede encontrarse al Confucio real y
vivo. En este sentido, las Analectas son a Confucio lo que los Evangelios son a Jesús. El
texto, que consiste en una serie discontinua de afirmaciones breves, diálogos y anécdotas
cortas, fue recopilado por dos generaciones sucesivas de discípulos (discípulos y discípulos
de éstos), a lo largo de unos 75 años tras la muerte de Confucio, lo cual significa que la
recopilación fue probablemente completada un poco antes, o alrededor, del año 400 a. de C.
El texto es como un edredón multicolor hecho de piezas: son fragmentos que han sido
cosidos juntos por diferentes manos, con una habilidad desigual, por lo que a veces existen
algunas repeticiones, interpolaciones y contradicciones; hay algunos enigmas e
innumerables grietas; pero en conjunto, se dan muy pocos anacronismos estilísticos: el
lenguaje y la sintaxis de la mayoría de los fragmentos son coherentes y pertenecen al mismo
periodo.
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NOTAS AL CAPÍTULO 9<br />
9.1. El Maestro rara vez hablaba...: sabemos por otros pasajes de las Analectas que<br />
<strong>Confucio</strong> evitaba dos clases de temas: los que encontraba desagradables y aquellos que<br />
eran sagrados —lo inexpresable está por debajo de las palabras o más allá de ellas—. El<br />
problema con este pasaje concreto consiste en que se tratan conjuntamente las dos clases<br />
de temas: «provecho» pertenece a la categoría de lo desagradable, mientras que «destino» y<br />
la suprema virtud de la «humanidad» pertenece al ámbito de lo sagrado. (Véase, por<br />
ejemplo, el pasaje 5.13, en el que Zigong señala que no es posible escuchar los puntos de<br />
vista del Maestro sobre el destino, o la «Vía del Cielo». También en el pasaje 12.3, cuando el<br />
Maestro señala que cualquiera que posea la virtud de la «humanidad» es reacio a hablar).<br />
Como parece inconcebible que el «provecho» pueda ponerse en pie de igualdad con el<br />
«destino» y la «humanidad», algunos comentaristas sugirieron que la preposición yu («y»,<br />
«o») debería interpretarse como el verbo «ser partidario», y que por ello debía traducirse: «El<br />
Maestro rara vez hablaba de provecho; era partidario [prefería hablar] del destino y la<br />
humanidad.» Ambas lectura parecen igualmente forzadas.<br />
9.2. Con su vasta conocimiento todavía no ha logrado sobresalir en ningún campo<br />
particular: el hombre de Daxiang es sin duda un hombre del vulgo, ya que no entiende que<br />
«un caballero no es una vasija» (véase el pasaje 2.12 y su nota correspondiente). Aquí<br />
<strong>Confucio</strong> pretende irónicamente que va a corregir la deficiencia que se le critica. Debe<br />
compararse con los pasajes 9.6 y 9.7, en los que las muchas habilidades y competencias<br />
especializadas de <strong>Confucio</strong> realmente asombran a los verdaderos caballeros y deben<br />
excusarse por la fuerza de las circunstancias. La educación de <strong>Confucio</strong> no consistió en una<br />
adquisición de información técnica, sino en el desarrollo de su humanidad; no fue un asunto<br />
de tener, sino de ser. En la universalidad de su humanismo, el caballero confuciano<br />
correspondía exactamente al hannéte homme de la Francia clásica. Véase, por ejemplo, las<br />
diversas reflexiones de Pascal sobre este terna (Les Pensés de Pascal, prologados por F.<br />
Kaplan, París, Cerf, 1982, 543-45. En la edición de Brumschwicg, números 68, 37, 34, 35 y<br />
331; en la edición de Lafuma, números 768, 195, 587, 647 y 533):<br />
No se enseña a los hombres a ser honrados, sino que se les enseña cualquier otra cosa; sin<br />
embargo, se enorgullecen de ser honrados mucho más que de conocer cualquier otra cosa. Lo<br />
único que se enorgullecen de saber es eso mismo que nunca tienen que aprender.<br />
***<br />
Es mucho mejor saber un poco de todo que saberlo todo sobre algo. Esa universalidad es<br />
inapreciable.<br />
***<br />
En el mundo no adquiriréis la reputación de ser un conocedor de poesía a menos que os<br />
pongáis la etiqueta de poeta o de matemático, etc. Pero las mentes universales rechazan tales<br />
etiquetas y no establecen diferencia alguna entre el oficio del poeta y el del bordador. Las mentes<br />
universales no se llaman poetas, ni geómetras, etc., sino que son todo eso y también jueces de<br />
éstos. No se adivina qué son. Hablarán de lo que se hablaba cuando entraron. En ellos no se<br />
advierte nada de una cualidad más sobresaliente que otra, hasta que es necesario ponerla en<br />
práctica; entonces es cuando se recuerda que poseen tal o cual capacidad; sucede igualmente<br />
que no se dice nada de los que hablan bien, cuando no se trata del lenguaje, y se los menciona<br />
cuando se trata de esta cuestión. Por ello, es un falso elogio decir de un hombre cuando llega