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ANALECTAS-Confucio

Las Analectas constituyen el único texto en el que puede encontrarse al Confucio real y vivo. En este sentido, las Analectas son a Confucio lo que los Evangelios son a Jesús. El texto, que consiste en una serie discontinua de afirmaciones breves, diálogos y anécdotas cortas, fue recopilado por dos generaciones sucesivas de discípulos (discípulos y discípulos de éstos), a lo largo de unos 75 años tras la muerte de Confucio, lo cual significa que la recopilación fue probablemente completada un poco antes, o alrededor, del año 400 a. de C. El texto es como un edredón multicolor hecho de piezas: son fragmentos que han sido cosidos juntos por diferentes manos, con una habilidad desigual, por lo que a veces existen algunas repeticiones, interpolaciones y contradicciones; hay algunos enigmas e innumerables grietas; pero en conjunto, se dan muy pocos anacronismos estilísticos: el lenguaje y la sintaxis de la mayoría de los fragmentos son coherentes y pertenecen al mismo periodo.

Las Analectas constituyen el único texto en el que puede encontrarse al Confucio real y
vivo. En este sentido, las Analectas son a Confucio lo que los Evangelios son a Jesús. El
texto, que consiste en una serie discontinua de afirmaciones breves, diálogos y anécdotas
cortas, fue recopilado por dos generaciones sucesivas de discípulos (discípulos y discípulos
de éstos), a lo largo de unos 75 años tras la muerte de Confucio, lo cual significa que la
recopilación fue probablemente completada un poco antes, o alrededor, del año 400 a. de C.
El texto es como un edredón multicolor hecho de piezas: son fragmentos que han sido
cosidos juntos por diferentes manos, con una habilidad desigual, por lo que a veces existen
algunas repeticiones, interpolaciones y contradicciones; hay algunos enigmas e
innumerables grietas; pero en conjunto, se dan muy pocos anacronismos estilísticos: el
lenguaje y la sintaxis de la mayoría de los fragmentos son coherentes y pertenecen al mismo
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egalo, pero dijo: «No estoy familiarizado con esta sustancia y no me atrevo a probarla.»<br />

10.17. Cuando se incendiaron los establos, el Maestro dejó la corte y preguntó: «¿Hay<br />

alguien herido?» No preguntó por los caballos.<br />

10.18. Cuando el príncipe le envía un presente de comida cocinada, debe probarla<br />

inmediatamente después de haber dispuesto correctamente su esterilla. Cuando el príncipe<br />

le envía un presente de alimentos crudos, debe cocinarlos y ofrecerlos a los antepasados.<br />

Cuando el príncipe le regala un animal vivo, debe conservarlo.<br />

Cuando espera al príncipe a la hora de comer, prueba los alimentos antes de que éste<br />

haga las ofrendas ceremoniales.<br />

10.19. Cuando <strong>Confucio</strong> cayó enfermo, el Duque acudió a visitarlo. Estaba tumbado con<br />

la cabeza dirigida al Este, la ropa de Corte plegada encima de la cama y la faja ceremonial<br />

extendida [para mostrar su respeto].<br />

10.20. Siempre que el Duque lo llamaba, acudía sin esperar a que los caballos fuesen<br />

enganchados a su carro.<br />

10.21. Cuando visitaba el Gran Templo, <strong>Confucio</strong> se informaba sobre todos y cada uno<br />

de sus puntos.<br />

10.22. Cuando murió un amigo, no había nadie para encargarse del funeral. <strong>Confucio</strong><br />

dijo: «Yo me encargaré.»<br />

10.23. Cuando recibía un regalo de un amigo, aunque friera de tanta importancia como<br />

un carro y [varios] caballos, no se inclinaba saludando, a menos que fuese un presente de<br />

carne para el sacrificio ceremonial.<br />

10.24. En la cama, no yacía rígido como un cadáver; en casa, no se sentaba tieso como<br />

un invitado.<br />

10.25. Siempre que veía a una persona en duelo reciente, incluso si era alguien a quien<br />

encontraba cada día, siempre le expresaba sus condolencias. Siempre que veía a alguien<br />

con el bonete ceremonial, o a un ciego, aunque fuese de humilde posición, le expresaba sus<br />

respetos. Cuando viajaba en su carruaje, siempre se inclinaba para saludar a cualquiera que<br />

pasara en duelo, aunque fuera un simple vendedor ambulante.<br />

Cuando se le ofrecía en un banquete una exquisitez exótica, expresaba su aprecio<br />

poniéndose en pie.<br />

El estallido repentino de un trueno o de un violento vendaval siempre afectaba su<br />

semblante.<br />

10.26. Al entrar en su carruaje, siempre se mantenía recto mirando al frente, y se servía

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