ANALECTAS-Confucio
Las Analectas constituyen el único texto en el que puede encontrarse al Confucio real y vivo. En este sentido, las Analectas son a Confucio lo que los Evangelios son a Jesús. El texto, que consiste en una serie discontinua de afirmaciones breves, diálogos y anécdotas cortas, fue recopilado por dos generaciones sucesivas de discípulos (discípulos y discípulos de éstos), a lo largo de unos 75 años tras la muerte de Confucio, lo cual significa que la recopilación fue probablemente completada un poco antes, o alrededor, del año 400 a. de C. El texto es como un edredón multicolor hecho de piezas: son fragmentos que han sido cosidos juntos por diferentes manos, con una habilidad desigual, por lo que a veces existen algunas repeticiones, interpolaciones y contradicciones; hay algunos enigmas e innumerables grietas; pero en conjunto, se dan muy pocos anacronismos estilísticos: el lenguaje y la sintaxis de la mayoría de los fragmentos son coherentes y pertenecen al mismo periodo.
Las Analectas constituyen el único texto en el que puede encontrarse al Confucio real y
vivo. En este sentido, las Analectas son a Confucio lo que los Evangelios son a Jesús. El
texto, que consiste en una serie discontinua de afirmaciones breves, diálogos y anécdotas
cortas, fue recopilado por dos generaciones sucesivas de discípulos (discípulos y discípulos
de éstos), a lo largo de unos 75 años tras la muerte de Confucio, lo cual significa que la
recopilación fue probablemente completada un poco antes, o alrededor, del año 400 a. de C.
El texto es como un edredón multicolor hecho de piezas: son fragmentos que han sido
cosidos juntos por diferentes manos, con una habilidad desigual, por lo que a veces existen
algunas repeticiones, interpolaciones y contradicciones; hay algunos enigmas e
innumerables grietas; pero en conjunto, se dan muy pocos anacronismos estilísticos: el
lenguaje y la sintaxis de la mayoría de los fragmentos son coherentes y pertenecen al mismo
periodo.
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suspendía todas sus actividades habituales e incluso abandonaba su casa y se trasladaba a<br />
una cabaña construida para la ocasión cerca de la tumba de los padres. La obligación de<br />
observar un largo retiro a la muerte del padre o de la madre permaneció vigente para la elite<br />
gobernante durante toda la historia de la China imperial. Dicho sea de paso, esta costumbre<br />
tuvo un efecto benéfico en la cultura china: los miembros del estamento intelectual, liberados<br />
así de repente a mitad de su carrera de las muchas preocupaciones del gobierno y de la<br />
política, con frecuencia se aprovechaban de estas «retiradas sabáticas» obligatorias para<br />
cultivar a voluntad, y con mucho fruto, sus actividades filosóficas, literarias y artísticas.<br />
Una nueva lumbre: se utilizaba ritualmente otra variedad de madera para alumbrar el<br />
nuevo fuego a la llegada de cada estación.<br />
Trascurrido sólo un año: estas cuatro palabras no se encuentran en el texto original.<br />
17.22. Ajedrez: en chino, bo yi, que significa, bien «jugar al ajedrez» o «el juego de bo y<br />
el juego de yi» (el primero era un juego de dados, cuyas reglas ya no se conocen). El ajedrez<br />
al que se refiere <strong>Confucio</strong> aquí (yi) no es, por supuesto, el juego persa que se ha extendido<br />
en todo el mundo, y del que una variante se introdujo posteriormente en China, llamada hoy<br />
día xiang qi. Ti (en chino moderno wei qi) se pronuncia en japonés go; bajo este último<br />
nombre ha empezado a popularizarse en Occidente.<br />
17.23. Un hombre del vulgo que es valiente, pero no justo, puede convertirse en un<br />
bandido: Tomás Moro expresó una idea parecida: «El latrocinio le llega más fácil a un<br />
hombre arrojado.» (Utopía, libro I.)<br />
17.25. Las mujeres y los subordinados: literalmente, «mujeres y hombres del vulgo».<br />
Contrariamente a lo que se ha supuesto a menudo erróneamente, <strong>Confucio</strong> no está haciendo<br />
aquí una afirmación universal que equipararía en la misma categoría a las mujeres y a los<br />
«hombres del vulgo». En realidad, el mismo término utilizado en el texto original (yang,<br />
traducido como «manejar» significa literalmente «educar», «alimentar», «conservar»,<br />
«mantener», «nutrir») indica aquí que la observación de <strong>Confucio</strong> se encuadraba<br />
simplemente en el reducido y específico contexto del hogar. Para el cabeza de un gran clan<br />
familiar reunido en el mismo recinto, las relaciones con los miembros femeninos del hogar y<br />
con el personal doméstico les planteaba delicados problemas de relación y autoridad.<br />
Ahora bien, ¿cuál era la actitud de <strong>Confucio</strong> hacia las mujeres? De este pasaje no es<br />
posible extraer ninguna conclusión que abarque la cuestión de las mujeres en general, y no<br />
pueden encontrarse otras claves sobre este tema en las Analectas. Aunque sería injusto<br />
acusar a <strong>Confucio</strong> de tener prejuicios basándose en esta única sentencia (que, dentro de su<br />
contexto particular, ofrece una observación sensata y psicológicamente perspicaz), sería<br />
también una torpeza esperar que <strong>Confucio</strong> hubiera podido en su visión de las mujeres<br />
apartarse significativamente de la mentalidad de su época. El gran experto en la época<br />
clásica, Paul Veyne, en un reciente resumen de sus experiencias como historiador de la<br />
Roma antigua, nos recordaba con fuerza que las creencias fundamentales de cada época —<br />
aquellas que habitualmente quedan sin ser expresadas— nunca son desafiadas en su<br />
tiempo, ya que parecen probarse a sí mismas, y nadie percibe que son meras hipótesis; así,<br />
por ejemplo, la institución de la esclavitud no fue cuestionada en la Antigüedad, ni siquiera