ANALECTAS-Confucio
Las Analectas constituyen el único texto en el que puede encontrarse al Confucio real y vivo. En este sentido, las Analectas son a Confucio lo que los Evangelios son a Jesús. El texto, que consiste en una serie discontinua de afirmaciones breves, diálogos y anécdotas cortas, fue recopilado por dos generaciones sucesivas de discípulos (discípulos y discípulos de éstos), a lo largo de unos 75 años tras la muerte de Confucio, lo cual significa que la recopilación fue probablemente completada un poco antes, o alrededor, del año 400 a. de C. El texto es como un edredón multicolor hecho de piezas: son fragmentos que han sido cosidos juntos por diferentes manos, con una habilidad desigual, por lo que a veces existen algunas repeticiones, interpolaciones y contradicciones; hay algunos enigmas e innumerables grietas; pero en conjunto, se dan muy pocos anacronismos estilísticos: el lenguaje y la sintaxis de la mayoría de los fragmentos son coherentes y pertenecen al mismo periodo.
Las Analectas constituyen el único texto en el que puede encontrarse al Confucio real y
vivo. En este sentido, las Analectas son a Confucio lo que los Evangelios son a Jesús. El
texto, que consiste en una serie discontinua de afirmaciones breves, diálogos y anécdotas
cortas, fue recopilado por dos generaciones sucesivas de discípulos (discípulos y discípulos
de éstos), a lo largo de unos 75 años tras la muerte de Confucio, lo cual significa que la
recopilación fue probablemente completada un poco antes, o alrededor, del año 400 a. de C.
El texto es como un edredón multicolor hecho de piezas: son fragmentos que han sido
cosidos juntos por diferentes manos, con una habilidad desigual, por lo que a veces existen
algunas repeticiones, interpolaciones y contradicciones; hay algunos enigmas e
innumerables grietas; pero en conjunto, se dan muy pocos anacronismos estilísticos: el
lenguaje y la sintaxis de la mayoría de los fragmentos son coherentes y pertenecen al mismo
periodo.
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NOTAS AL CAPÍTULO 4<br />
4.1. Humanidad: ren, la virtud suprema, a menudo traducida como «bondad»,<br />
«benevolencia» o «virtud». La persona que la practica es «el hombre bueno», «el hombre<br />
virtuoso», «el hombre plenamente humano». Normalmente he traducido este término por<br />
«humanidad», pero en ocasiones he utilizado «bondad». (Ren es la transliteración pinyin; en<br />
inglés y en los diccionarios norteamericanos no abreviados aparece la de Wade-Giles jen,<br />
definida como («benevolencia hacia el prójimo» o «amor compasivo por la humanidad»).<br />
Huelga decir que todas estas traducciones siguen siendo irremediablemente inadecuadas; el<br />
peor error seria describir a <strong>Confucio</strong> con los pálidos colores de una especie de filántropo<br />
benigno o de trabajador social bienintencionado. Ninguna otra imagen podría estar más lejos<br />
de la realidad histórica. Para <strong>Confucio</strong>, ren, la plenitud de la humanidad, es verdaderamente<br />
un absoluto de inexpresable y cegador esplendor; este absoluto es lo que exige heroicidades<br />
a cada persona, pero permanece cercano y a mano en la vida cotidiana; nadie lo posee, pero<br />
informa todos nuestros actos; aunque nunca puede ser totalmente captado, está<br />
constantemente revelándose en sus diversas manifestaciones. El término ren presenta una<br />
evolución extraordinaria y ha atravesado un proceso similar al que Ilevó a la transformación<br />
del concepto de junzi («caballero» había significado al principio superioridad social, hasta<br />
llegar finalmente a sugerir superioridad moral, véase la nota 1.1). En su origen, esta palabra<br />
no tenía ninguna connotación moral; su uso arcaico (que todavía se encuentra en el Libro de<br />
los Poemas) simplemente describía la índole viril y masculina del héroe. Esta acepción<br />
primitiva, que impregna todavía la mentalidad ética, fue progresivamente sustituida por' un<br />
concepto ético: el hombre considerado en sus complejas relaciones morales con los demás y<br />
en sus obligaciones hacia sí mismo. <strong>Confucio</strong> dio un pleno desarrollo a esta nueva percepción<br />
moral, estableciendo ren como la piedra angular del humanismo chino. (Sobre los<br />
orígenes y la transformación de este concepto, véase Lin Yü-sheng: «La evolución del<br />
concepto preconfuciano de jen y el concepto confuciano de autonomía moral», Monumenta<br />
Serica, vol. 31, 1974-75).<br />
4.3. Sólo un hombre benevolente puede odiar a los demás para la mente occidental,<br />
impregnada inconscientemente de conceptos cristianos, esta importante y provocadora idea<br />
parece haber sido difícil de aceptar. Es revelador observar cómo, por ejemplo, Arthur Waley<br />
busca instintivamente dar un giro forzado a este pasaje (proyectando arbitrariamente el<br />
pasaje 4.3 en el 4.4) y darle la vuelta en su cabeza para neutralizar su mordacidad original,<br />
traduciendo: «Del dicho "Sólo un hombre benevolente sabe cómo apreciar a unas personas y<br />
no apreciar a otras", el Maestro dijo: "Aquél que tiene establecido su corazón mínimamente<br />
en la bondad, no rechazará a nadie".» En una nota muy elaborada, Waley intenta además —<br />
de forma poco convincente— justificar esta alteración del texto original.<br />
4.6. Puede que haya personas que no tengan la menor fuerza para ello, pero nunca he<br />
visto a nadie así: este extraordinario pasaje está extrañamente reñido con el contenido<br />
general de las Analectas. En general, el pensamiento confuciano parece a menudo vulnerable<br />
a la puya de Montherlant: «El aspecto más innoble de la mayoría de las filosofías es que<br />
siempre pretenden llegar a una conclusión optimista.» La visión esencial de <strong>Confucio</strong><br />
consiste en que si se enseña adecuadamente al ser humano, conocerá la bondad, y al<br />
conocer la bondad, la pondrá en práctica. Esta optimista fe en el irresistible poder moral de la