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ANALECTAS-Confucio

Las Analectas constituyen el único texto en el que puede encontrarse al Confucio real y vivo. En este sentido, las Analectas son a Confucio lo que los Evangelios son a Jesús. El texto, que consiste en una serie discontinua de afirmaciones breves, diálogos y anécdotas cortas, fue recopilado por dos generaciones sucesivas de discípulos (discípulos y discípulos de éstos), a lo largo de unos 75 años tras la muerte de Confucio, lo cual significa que la recopilación fue probablemente completada un poco antes, o alrededor, del año 400 a. de C. El texto es como un edredón multicolor hecho de piezas: son fragmentos que han sido cosidos juntos por diferentes manos, con una habilidad desigual, por lo que a veces existen algunas repeticiones, interpolaciones y contradicciones; hay algunos enigmas e innumerables grietas; pero en conjunto, se dan muy pocos anacronismos estilísticos: el lenguaje y la sintaxis de la mayoría de los fragmentos son coherentes y pertenecen al mismo periodo.

Las Analectas constituyen el único texto en el que puede encontrarse al Confucio real y
vivo. En este sentido, las Analectas son a Confucio lo que los Evangelios son a Jesús. El
texto, que consiste en una serie discontinua de afirmaciones breves, diálogos y anécdotas
cortas, fue recopilado por dos generaciones sucesivas de discípulos (discípulos y discípulos
de éstos), a lo largo de unos 75 años tras la muerte de Confucio, lo cual significa que la
recopilación fue probablemente completada un poco antes, o alrededor, del año 400 a. de C.
El texto es como un edredón multicolor hecho de piezas: son fragmentos que han sido
cosidos juntos por diferentes manos, con una habilidad desigual, por lo que a veces existen
algunas repeticiones, interpolaciones y contradicciones; hay algunos enigmas e
innumerables grietas; pero en conjunto, se dan muy pocos anacronismos estilísticos: el
lenguaje y la sintaxis de la mayoría de los fragmentos son coherentes y pertenecen al mismo
periodo.

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cuyas expresiones son tan originales y audaces que podrían calificarse positivamente de<br />

osadas. Ahora bien, si se niega la existencia de Jesús, se deben transferir todos estos<br />

atributos a algún escritor oscuro y anónimo, que habría poseído el improbable genio de<br />

inventar dicho personaje o, lo que es aún más inverosímil, habría que transferir esta<br />

prodigiosa capacidad de invención a todo un comité de escritores. Y Gracq llegaba a la<br />

siguiente conclusión: al final, si los investigadores contemporáneos, los clérigos de<br />

mentalidad progresiva y el dócil público se rinden ante toda esta erosión crítica de las<br />

Escrituras, el último grupo de defensores que mantendrá con obstinación que existe un Jesús<br />

vivo en el núcleo central de los Evangelios estará formado por artistas y escritores creativos,<br />

para los que las pruebas psicológicas del estilo tienen mucho más peso que los simples<br />

argumentos filológicos.<br />

1 Sobre estos problemas de cronología y análisis de textos véase la obra de E. Bruce Brooks, Columbia University<br />

Press.<br />

2 Julien Gracq, Les carnets du grand chemin, París: José Corti, 1992, pp. 190-91.<br />

¿Quién fue <strong>Confucio</strong>?<br />

Habiendo señalado por qué y cómo un novelista podía percibir un aspecto esencial de los<br />

Evangelios que un erudito no había podido captar, ha llegado el momento de volver a<br />

<strong>Confucio</strong>: naturalmente, no hay necesidad de defender su existencia histórica, puesto que<br />

nunca fue puesta en cuestión, pero cualquier lector de las Analectas debería ciertamente<br />

desarrollar ese tipo de sensibilidad que mostró Gracq en su lectura de los Evangelios y<br />

sintonizar igualmente con la voz singular de <strong>Confucio</strong>. La fuerte y compleja individualidad del<br />

Maestro constituye la verdadera espina dorsal del libro y define su unidad. Elías Canetti (al<br />

que volveré posteriormente) lo resumió claramente: «Las Analectas de <strong>Confucio</strong> constituyen<br />

el retrato intelectual y espiritual más antiguo y completo de un hombre. Nos sorprende como<br />

si fuera un libro moderno.»<br />

La historiografía tradicional nos dice que <strong>Confucio</strong> nació en el año 551 y murió en el 479<br />

a. de C. (estas fechas pueden no ser exactas, pero las investigaciones actuales no tienen<br />

nada mejor que ofrecer).<br />

El culto oficial confuciano ha creado a lo largo de los siglos una imagen convencional del<br />

Maestro y, como consecuencia, muchas personas han tendido a imaginarlo congo un viejo y<br />

solemne predicador, siempre formal, pomposo y ligeramente aburrido; como uno de esos<br />

hombres que «llevan la moderación demasiado lejos». Como contraste refrescante a estos<br />

estereotipos generalizados, las Analectas revelan un <strong>Confucio</strong> lleno de vida que sorprende<br />

constantemente. En uno de los pasajes, por ejemplo, el Maestro ofrece un autorretrato<br />

insólito: el gobernador de cierta ciudad había preguntado a uno de sus discípulos qué clase<br />

de hombre era <strong>Confucio</strong>, y como no supo qué responder, provocó la reacción del mismo<br />

<strong>Confucio</strong>:

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