ANALECTAS-Confucio
Las Analectas constituyen el único texto en el que puede encontrarse al Confucio real y vivo. En este sentido, las Analectas son a Confucio lo que los Evangelios son a Jesús. El texto, que consiste en una serie discontinua de afirmaciones breves, diálogos y anécdotas cortas, fue recopilado por dos generaciones sucesivas de discípulos (discípulos y discípulos de éstos), a lo largo de unos 75 años tras la muerte de Confucio, lo cual significa que la recopilación fue probablemente completada un poco antes, o alrededor, del año 400 a. de C. El texto es como un edredón multicolor hecho de piezas: son fragmentos que han sido cosidos juntos por diferentes manos, con una habilidad desigual, por lo que a veces existen algunas repeticiones, interpolaciones y contradicciones; hay algunos enigmas e innumerables grietas; pero en conjunto, se dan muy pocos anacronismos estilísticos: el lenguaje y la sintaxis de la mayoría de los fragmentos son coherentes y pertenecen al mismo periodo.
Las Analectas constituyen el único texto en el que puede encontrarse al Confucio real y
vivo. En este sentido, las Analectas son a Confucio lo que los Evangelios son a Jesús. El
texto, que consiste en una serie discontinua de afirmaciones breves, diálogos y anécdotas
cortas, fue recopilado por dos generaciones sucesivas de discípulos (discípulos y discípulos
de éstos), a lo largo de unos 75 años tras la muerte de Confucio, lo cual significa que la
recopilación fue probablemente completada un poco antes, o alrededor, del año 400 a. de C.
El texto es como un edredón multicolor hecho de piezas: son fragmentos que han sido
cosidos juntos por diferentes manos, con una habilidad desigual, por lo que a veces existen
algunas repeticiones, interpolaciones y contradicciones; hay algunos enigmas e
innumerables grietas; pero en conjunto, se dan muy pocos anacronismos estilísticos: el
lenguaje y la sintaxis de la mayoría de los fragmentos son coherentes y pertenecen al mismo
periodo.
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en cualquier orden apropiado, ni el nacimiento ni el dinero deben asegurar el poder. La<br />
autoridad política debe pertenecer exclusivamente a aquellos que pueden demostrar estar<br />
cualificados moral e intelectualmente.<br />
Este punto de vista tenía que tener consecuencias revolucionarias: fue el singular golpe<br />
ideológico totalmente devastador cuya consecuencia fue destruir el sistema feudal y socavar<br />
el poder de la aristocracia hereditaria; esto condujo después al establecimiento del imperio<br />
burocrático: el gobierno de los intelectuales. Durante más de 2.000 años, el Imperio estuvo<br />
gobernado por la elite intelectual; para tener acceso al poder político había que competir con<br />
éxito en los exámenes del funcionariado, que estaban abiertos a todos. Hasta la Edad<br />
Moderna, fue sin duda el sistema de gobierno más abierto, flexible, justo y sofisticado<br />
conocido en la Historia (es el mismo sistema que iba a impresionare inspirar a los filósofos<br />
europeos del siglo XVIII).<br />
<strong>Confucio</strong> y la educación<br />
A menudo se señala que las sociedades más dinámicas y con más éxito del Este y<br />
Sudeste asiático (Japón, Corea, Taiwan, Hong Kong y Singapur) comparten una cultura<br />
confuciana común. ¿Habría por ello que llegar a la conclusión de que las Analectas podrían<br />
realmente proporcionar una fórmula secreta que posibilitaría en todas partes inyectar energía<br />
a las economías que flaquean y movilizar y motivar a una ciudadanía apática?<br />
La prosperidad de un Estado moderno es un fenómeno complejo que difícilmente puede<br />
ser atribuido a un único factor. Sin embargo, existe sin duda un rasgo común que caracteriza<br />
a las diversas sociedades «confucianas», pero hay que señalar que este mismo rasgo puede<br />
encontrarse en otros grupos sociales o étnicos (por ejemplo, en ciertas comunidades judías<br />
del mundo occidental) que son igualmente creativos y prósperos, pero que no tienen<br />
conexión alguna con la tradición confuciana. Este rasgo común es la extraordinaria<br />
importancia que todas estas sociedades atribuyen a la educación). Cualquier gobierno,<br />
cualquier comunidad o cualquier familia dispuesta a invertir en la educación tan considerable<br />
proporción de su energía y recursos podrían alcanzar beneficios culturales, sociales y<br />
económicos comparables a los que logran actualmente estos Estados «confucianos» de Asia<br />
que prosperan, o por algunas dinámicas y ricas minorías inmigrantes del mundo occidental.<br />
Al afirmar que el gobierno y la administración del Estado debe confiarse exclusivamente a<br />
la elite moral e intelectual de los «caballeros», <strong>Confucio</strong> estableció un vínculo duradero y<br />
decisivo entre la educación y el poder político: sólo aquélla puede proporcionar acceso a<br />
éste. En la Edad Contemporánea, incluso después de la eliminación del sistema de<br />
exámenes para el funcionariado y la caída del imperio y, a pesar de que la educación dejó de<br />
ser la clave de la autoridad política —que en esta nueva situación pasaría probablemente a<br />
ser el cañón—, el prestigio atribuido tradicionalmente a la cultura continuó sobreviviendo en<br />
la mentalidad de las sociedades confucianas: el hombre educado, por pobre y desvalido que<br />
sea, todavía inspiraba más respeto que el rico o el poderoso.<br />
La educación confuciana estaba abierta a todos sin ninguna discriminación: a ricos y<br />
pobres, a nobles y plebeyos. Su objetivo era principalmente moral; el logro intelectual era el<br />
único medio para cultivarse éticamente. Existía una creencia optimista en el omnipresente<br />
poder de la educación: se presuponía que una conducta equivocada procedía de una falta de<br />
comprensión, de una carencia de conocimientos; sólo con que pudiera enseñarse al<br />
delincuente y hacerle percibir la naturaleza errónea de sus acciones, éste enmendaría de<br />
forma natural su proceder. (El concepto maoísta de «reeducación» que llegó a generar los