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ANALECTAS-Confucio

Las Analectas constituyen el único texto en el que puede encontrarse al Confucio real y vivo. En este sentido, las Analectas son a Confucio lo que los Evangelios son a Jesús. El texto, que consiste en una serie discontinua de afirmaciones breves, diálogos y anécdotas cortas, fue recopilado por dos generaciones sucesivas de discípulos (discípulos y discípulos de éstos), a lo largo de unos 75 años tras la muerte de Confucio, lo cual significa que la recopilación fue probablemente completada un poco antes, o alrededor, del año 400 a. de C. El texto es como un edredón multicolor hecho de piezas: son fragmentos que han sido cosidos juntos por diferentes manos, con una habilidad desigual, por lo que a veces existen algunas repeticiones, interpolaciones y contradicciones; hay algunos enigmas e innumerables grietas; pero en conjunto, se dan muy pocos anacronismos estilísticos: el lenguaje y la sintaxis de la mayoría de los fragmentos son coherentes y pertenecen al mismo periodo.

Las Analectas constituyen el único texto en el que puede encontrarse al Confucio real y
vivo. En este sentido, las Analectas son a Confucio lo que los Evangelios son a Jesús. El
texto, que consiste en una serie discontinua de afirmaciones breves, diálogos y anécdotas
cortas, fue recopilado por dos generaciones sucesivas de discípulos (discípulos y discípulos
de éstos), a lo largo de unos 75 años tras la muerte de Confucio, lo cual significa que la
recopilación fue probablemente completada un poco antes, o alrededor, del año 400 a. de C.
El texto es como un edredón multicolor hecho de piezas: son fragmentos que han sido
cosidos juntos por diferentes manos, con una habilidad desigual, por lo que a veces existen
algunas repeticiones, interpolaciones y contradicciones; hay algunos enigmas e
innumerables grietas; pero en conjunto, se dan muy pocos anacronismos estilísticos: el
lenguaje y la sintaxis de la mayoría de los fragmentos son coherentes y pertenecen al mismo
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en guardia contra la locura de intentar alcanzarla con palabras. Su silencio era una<br />

afirmación: existe una realidad de la que no podemos decir nada.<br />

Los silencios de <strong>Confucio</strong> se producían fundamentalmente cuando sus interlocutores<br />

intentaban llevarlo a la cuestión del más allá. Esa actitud ha inducido a menudo a los<br />

comentaristas a llegar a la conclusión de que <strong>Confucio</strong> era agnóstico. Esta conclusión me<br />

parece superficial. Consideremos este famoso pasaje: «Zilu preguntó sobre la muerte. El<br />

Maestro respondió: "¿Si no conoces la vida, cómo puedes conocer la muerte?".» Canetti<br />

añadió el siguiente comentario: «No conozco a ningún sabio que haya tomado más en serio<br />

la muerte que <strong>Confucio</strong>.» La negativa a responder no es una forma de evadir el tema, sino<br />

que, por el contrario, es la afirmación más poderosa, puesto que las preguntas sobre la<br />

muerte siempre se refieren, de hecho, a un tiempo más allá de la muerte.<br />

5 Elías Canetti, The Conscience of Words, New York: Seabury Press, 1979, pp. 171-75.<br />

* Para ésta y otras citas del prólogo vale la explicación de Simon Leys en la nota 13.3. (N. del T)<br />

Cualquier respuesta salta por encima de la muerte, haciendo desaparecer tanto ésta como<br />

su imposibilidad de comprenderla. Si existe algo después, lo mismo que si existe algo antes,<br />

entonces la muerte pierde parte de su peso. <strong>Confucio</strong> se niega a jugar con este inútil juego<br />

de manos.<br />

Al igual que el espacio vacío en la pintura, que concentra e irradia toda la energía interna<br />

del cuadro, el silencio de <strong>Confucio</strong> no es una retirada ni una huida; conduce a un<br />

compromiso inmediato y más profundo con la vida y la realidad. Cerca ya del fin de su<br />

carrera, <strong>Confucio</strong> dijo un día a sus discípulos: «Ya no quiero hablar más.» Los discípulos<br />

quedaron perplejos: «¿Pero Maestro, si no hablas, cómo podremos, pobres de nosotros, ser<br />

capaces de transmitir ninguna enseñanza?» <strong>Confucio</strong> respondió: «¿Acaso habla el Cielo?<br />

Sin embargo, las cuatro estaciones siguen su curso y las cien criaturas continúan naciendo.<br />

«¿Acaso habla el Cielo?»<br />

Sin duda ya he hablado demasiado.

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