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desactivación de las dinámicas participativas,<br />

asociativas y organizativas. En efecto, si en el<br />

año 2001 casi 34% de los ecuatorianos manifestaron<br />

haber participado en «comités pro-mejoras»<br />

o «juntas de mejoras para la comunidad»;<br />

para el año 2008 este indicador se ubica en<br />

26,6%, colocando al país por debajo del promedio<br />

regional de participación que es del 29,6%.<br />

De igual modo, se observa que si para el 2001 el<br />

5% de los encuestados asistía semanalmente a<br />

reuniones en dichos comités, en el año 2004<br />

solo lo hacía el 3,8% y para el año 2006 este porcentaje<br />

se ubicaba en 2 puntos. La tendencia se<br />

repite para otras instancias asociativas. 37<br />

Ante tal escenario, el rol proactivo que pueda<br />

cumplir el Estado en la promoción de la participación<br />

social aparece como una tarea ineludible.<br />

Esto debe darse en el marco del respeto irrestricto<br />

a los principios de pluralismo, autonomía y<br />

auto-determinación que se tejen desde la sociedad<br />

civil. Dicho respeto depende, a su vez, de<br />

fijar con claridad los criterios y las condiciones<br />

–espacios, procedimientos, contenidos,<br />

fines– en que van a desenvolverse las interacciones<br />

entre sociedad y Estado. La Constitución<br />

establece una multiplicidad de instancias y<br />

mecanismos para canalizar tal interacción.<br />

Durante los próximos cuatro años de gobierno<br />

(2009-2013) deberán, entonces, apuntalarse y<br />

activarse de modo democrático, sostenido y eficiente,<br />

tales espacios. La transformación del<br />

Estado ecuatoriano en un Estado participativo se<br />

sitúa en el corazón del proceso para contribuir a<br />

la reconstrucción del poder ciudadano y al<br />

incremento del protagonismo social. Tres líneas<br />

de acción estratégica deben ser movilizadas en<br />

esta perspectiva:<br />

132<br />

El reconocimiento democrático de todos<br />

los espacios y dinámicas de organización y<br />

participación ciudadana –tengan o no<br />

ciertos niveles de institucionalización– y<br />

la creación explícita, donde no existan,<br />

de nuevos espacios y arreglos institucionales<br />

en que pueda producirse la interfaz<br />

entre sociedad y Estado. En tales espacios,<br />

movimientos, asociaciones, ciudadanos y<br />

agentes e instituciones gubernamentales<br />

encaran procesos de negociación y deliberación<br />

pública que orientan la toma<br />

colectiva de decisiones en diversas esferas<br />

temáticas. En tales esferas se construye el<br />

interés general. La nueva Carta Magna<br />

habla, en este sentido, de la obligatoria<br />

creación –en todos los niveles de gobierno–,<br />

de instancias de participación integradas<br />

por autoridades electas,<br />

representantes del régimen dependiente y<br />

representantes de la sociedad civil; instancias<br />

encargadas de elaborar las líneas<br />

estratégicas de las políticas públicas,<br />

mejorar la calidad de la inversión pública,<br />

definir agendas de desarrollo, elaborar<br />

presupuestos participativos y propiciar<br />

procesos de rendición de cuentas (art. 100<br />

y art. 279). El Gobierno Nacional –y los<br />

gobiernos locales– deberán transformar<br />

sus modos de funcionamiento y sus procedimientos<br />

de gestión de cara a dar cabida<br />

a tales instancias de participación social,<br />

deliberación pública y control popular.<br />

La construcción y puesta en funcionamiento<br />

del sistema nacional descentralizado<br />

de planificación participativa del<br />

desarrollo aparece como un elemento de<br />

fundamental importancia para refundar<br />

las bases y los procedimientos del Estado<br />

participativo. Las tareas estatales de planificación<br />

suponen un proceso de diálogo,<br />

convergencia, y negociación entre los<br />

múltiples actores sociales y gubernamentales<br />

que se desenvuelven en el nivel<br />

nacional, regional y local de la política.<br />

37 Ecuador aparece, al mismo tiempo, como el país latinoamericano en que más personas (52%) señalan no haber participado<br />

nunca en ningún tipo de organización ni política, ni social. Lo mismo sucede con lo relativo a la participación en<br />

protestas o «manifestaciones autorizadas»: apenas un 5% de los ecuatorianos afirma haber tomado parte en este tipo de<br />

espacio participativo, el más bajo de la región. Dicho porcentaje se extiende a 9% cuando se pregunta si han «participado,<br />

en cualquier tipo de protesta en los últimos 5 años». Al observar la participación ciudadana en los gobiernos locales<br />

–tal vez la escala más apta para el desenvolvimiento y el análisis de la participación social– la tendencia se repite:<br />

en los últimos siete años, la participación en el gobierno local decayó aproximadamente en un 47 por ciento: del 10,8<br />

en el 2001, al 5,7 en el 2008 (Latinobarómetro, 2008).

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