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Entre estas ideas políticas, se destaca la necesidad<br />

urgente de relanzar la acción del Estado al primer<br />

plano de la regulación económica y de la reactivación<br />

económico-productiva. Este es uno de los<br />

elementos diferenciadores entre la nueva agenda<br />

pública y las políticas neoliberales. Bresser-Pereira<br />

(2007) ha señalado que, en los últimos años,<br />

América Latina asistiría a la emergencia de un<br />

nuevo discurso sobre el desarrollo, que no puede<br />

ser confundido ni con el discurso desarrollista clásico,<br />

cuyas distorsiones derivaron en las crisis de<br />

los años ochenta, ni tampoco con la ortodoxia<br />

neoliberal convencional. Desde el punto de vista<br />

de la política de desarrollo, la diferencia principal<br />

consiste en que, para esta última, el concepto de<br />

nación no existe, mientras que, para el nuevo<br />

enfoque, el agente fundamental son las naciones,<br />

que usan su Estado para promover el desarrollo y<br />

las identidades interculturales.<br />

Por lo demás, y sobre la base de algunas ideas del<br />

mismo autor, el nuevo enfoque, aún en plena<br />

configuración, recuperaría y colocaría en primer<br />

plano: a) la necesidad de constituir colectivamente<br />

una estrategia nacional para la inversión<br />

productiva, la innovación, el empleo y la inclusión;<br />

b) la idea de que, históricamente, el financiamiento<br />

de la inversión se ha hecho, en lo<br />

fundamental, sobre la base de capitales nacionales<br />

y ahorro interno, y no como plantea el discurso<br />

ortodoxo, a partir del ahorro externo y la<br />

transferencia de capitales de los países ricos; c) el<br />

convencimiento de que la estabilidad no debe ser<br />

sólo de precios, sino también un tipo de cambio<br />

competitivo y un tipo de interés moderado, de<br />

manera que se procure razonables niveles de<br />

empleo y no sólo la atracción de capitales; d) la<br />

necesidad de conservar un cierto equilibrio fiscal,<br />

que lo diferencia en gran forma del desarrollismo<br />

del ciclo 1950/1980, a fin de no quebrar al Estado,<br />

principal instrumento de desarrollo (se recurre,<br />

sin embargo, al déficit público en momentos puntuales<br />

para invertir estratégicamente y estimular<br />

la demanda); e) el postulado de que, en el ámbito<br />

macroeconómico, se busca generar ahorro<br />

público y no superávit primario, «que es solo una<br />

forma de esconder el pago de intereses a los rentistas»;<br />

y f) el imperativo de impulsar políticas<br />

distributivas y redistributivas en el marco del<br />

doble objetivo de consolidar una sociedad de<br />

derechos y de fortalecer el mercado interno<br />

(Bresser-Pereira, 2007).<br />

86<br />

En el Ecuador, el nuevo gobierno ha dado algunos<br />

pasos en la dirección descrita. La recuperación de la<br />

inversión pública en la infraestructura material y<br />

financiera de sectores estratégicos de la economía<br />

nacional –durante el período 2001-2006, la inversión<br />

pública fue de 6,5% del PIB promedio anual, mientras<br />

que para el período 2007-2009, llegó a 9,9% del<br />

PIB promedio anual, es decir, 50% más que el promedio<br />

en los siete años anteriores–, como parte del diseño<br />

de una estrategia de desarrollo y de un plan<br />

nacional de inversiones, se articula con el intento de<br />

restablecer las funciones de (re)distribución de la<br />

riqueza y de regulación del mercado y la banca.<br />

El nuevo gobierno ha manifestado una voluntad<br />

expresa de regular con mayor eficacia a los sectores<br />

privados de la economía; de ganar márgenes de<br />

maniobra y control estatal sobre los dictados de las<br />

instituciones multilaterales, las empresas transnacionales<br />

y el capital financiero y de propiciar una<br />

más justa (re)distribución de las ganancias entre lo<br />

público y lo privado. Aunque se trata todavía de un<br />

proceso en formación, pues los dos primeros años de<br />

gobierno deben ser definidos como un período de<br />

transición política en un contexto de una intensa<br />

conflictividad en torno a la redefinición de las<br />

reglas del juego político y a la reorientación de la<br />

economía, las decisiones gubernativas suponen ya<br />

un nítido distanciamiento cognitivo y político con<br />

los defensores del Consenso de Washington.<br />

En esta perspectiva, y según las proyecciones de la<br />

CEPAL, el Ecuador se ubica como el quinto país<br />

con mayor crecimiento (6,5%) en América Latina<br />

en el año 2008, con un crecimiento, en el sector<br />

no petrolero, de 7,9%. En estos dos años de<br />

gobierno, la desigualdad, medida a través del coeficiente<br />

de Gini, ha disminuido de 0.511 a 0.483,<br />

entre diciembre 2006 y diciembre 2008, es decir,<br />

en 0.03 puntos. En esa misma línea, mientras en el<br />

2006 el 10% más rico ganaba 38 veces más que el<br />

10% más pobre, hoy, dicha diferencia ha disminuido<br />

a de 24,5 veces.<br />

Todo ello ha supuesto, simultáneamente, avanzar<br />

en la reestructuración de las bases institucionales y<br />

de los modos de funcionamiento del Estado. La<br />

reforma democrática del Estado aparece como<br />

medio y fin del proceso de relanzamiento de la<br />

acción pública al primer plano de la coordinación<br />

de lo social. Dicha reforma contiene elementos de<br />

racionalización, modernización y descentralización

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