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Capitulo 1.pdf - Carpe Diem

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la espalda, lanza con machete afilado, indumentaria de trapos rasgados en la<br />

cual figura algún delicado velo o pieza de encaje evidentemente robado,<br />

pringues de sangre y de onoto rojo y, como prueba del delito, atada al cinto<br />

una gallina, preferiblemente blanca, que cacarea sin mayores esperanzas. Poco<br />

a poco, se van juntando a Perro todos sus compañeros, también montados y en<br />

terribles cataduras: Onza, Tigre, León, Mapanare...<br />

Zamora pone su brazo sobre los hombros de la mujer, se inclina hacia ella y le<br />

pregunta:<br />

ZAMORA:<br />

-¿Y cuánto valía lo que le quitó?<br />

MUJER POBRE:<br />

-Como tres reales.<br />

Zamora se registra un bolsillo, encuentra dos reales, y mira desconcertado a su<br />

alrededor.<br />

Gaspers se registra un bolsillo, y añade el real que falta. Zamora entrega las<br />

monedas a la mujer, y afectuosamente le toma un instante las manos entre las<br />

suyas.<br />

A pie, Zamora se dirige a Perro, que lo oye hablar desde la silla de su caballo,<br />

con el rostro pintarrajeado de sangre seca y onoto y una sonrisa de niño<br />

atrapado en una travesura. Zamora le habla con una gran suavidad:<br />

ZAMORA:<br />

-¿Tú no sabes que la gente del pueblo es intocable? Los<br />

godos que se queden en camisa, pero a la gente igual a<br />

usted se la respeta.<br />

Mientras Zamora habla, Onza, Tigre, León, Caimán, Caribe, Mapanare y<br />

Cascabel, montados en sus caballos, van formando un círculo alrededor de él,<br />

hasta que finalmente se les une Martín Espinoza.<br />

MARTÍN ESPINOZA:<br />

-La rabia es el arma del pobre.<br />

Zamora advierte de repente las ensangrentadas bolsas de sisal con bultos del<br />

tamaño de cabezas que cuelgan de las monturas, y tuerce el gesto, quizá<br />

recordando al infortunado Indio Rangel. Con expresión lúgubre, le pregunta a<br />

Tiburcio:<br />

ZAMORA:<br />

-No podemos ser iguales a los oligarcas.

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