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Viviana escucha con inmensa atención la oración del Justo Juez, como<br />
reconociendo un rezo que alguna vez le recitó su madre, mira a Zamora con<br />
los ojos desmesuradamente abiertos, y continúa recitando la oración, como<br />
una cantinela aprendida, mientras el ventarrón le sacude la cabellera:<br />
VIVIANA:<br />
-...La justicia tiembla y mis enemigos<br />
En medio de los ángeles treinta y tres<br />
Las once mil vírgenes han de bajar a la tierra<br />
Donde fuere mi batalla<br />
En defensa mía, y el poderoso Juez, Amén.<br />
Mientras Viviana termina la oración, Zamora saca la lanza de Gavilán que<br />
siempre lleva terciada en el correaje, la besa, la enasta con premeditación en<br />
una larga vara que le ofrece un soldadito.<br />
Viviana se le acerca, y clava los ojos en Zamora:<br />
VIVIANA:<br />
-Le tengo que entregar un encargo...<br />
Zamora no vuelve la cabeza, obcecado por la rabia, mientras termina de atar<br />
la lanza de Gavilán con minuciosa paciencia. Tras lo cual, salta a la montura,<br />
la espolea, levanta el brazo y ordena:<br />
ZAMORA:<br />
-¡Ofensiva! ¡Cerrar en un círculo de fuego el campo<br />
de batalla! ¡Que ataque la vanguardia de la<br />
caballería!<br />
Acto seguido, le arrebata al corneta el instrumento, y el propio Zamora<br />
interpreta su toque personal: “Fuego a pie firme y carga a la bayoneta con toda<br />
la gente disponible”.<br />
Viviana echa a correr tras él.<br />
El galope del potro de Zamora la va dejando atrás.<br />
Las tropas federales se abren en dos alas, cercan al enemigo que se repliega, y<br />
acometen ferozmente.<br />
Mientras caen los soldados del ejército oligarca y los oficiales oligarcas<br />
huyen, el MARAQUERO canta el siguiente corrido tradicional, que sirve<br />
como música de fondo de las escenas de derrota del ejército godo:<br />
MARAQUERO:<br />
Y el indio que lo sabía<br />
Y el indio que lo ayudó<br />
Se tostó por no correr