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ESCENA 25<br />
INTERIOR. NOCHE. SALA DE CASA DE PÁEZ EN VALENCIA<br />
Páez, erguido en medio de la sala, interroga al escribiente, que le trae noticias<br />
de Caracas:<br />
PÁEZ:<br />
-¿Y se reunieron?<br />
ESCRIBIENTE:<br />
-Al día siguiente, excelencia. Y dirigía la sesión, porque le<br />
ofrecieron el cargo, Juan Vicente González.<br />
Desde el fondo de la sala, sentada en un sillón, Barbarita Nieves sigue<br />
con atención la escena, ocupada en una labor de tejido de estambre rojo con<br />
agujas. A su lado, las dos esclavas de siempre la sirven, sosteniendo en el aire<br />
las rojas madejas que Barbarita teje, como Parcas que dosificaran el hilo de la<br />
vida.<br />
BARBARITA:<br />
-Cómpralos, pero no te sacrifiques por ellos.<br />
PÁEZ:<br />
-¿Y enjuiciaron al presidente Monagas? ¿Lo condenaron a<br />
muerte? ¿Me confirieron plenos poderes para restablecer la<br />
constitucionalidad?<br />
Sin atreverse a contestar, el Escribiente baja la cabeza y, con disgusto, la<br />
mueve negativamente.<br />
BARBARITA:<br />
-Nombrar sucesor, es nombrar enterrador.<br />
De repente, a Barbarita la acomete un espasmo, suelta las agujas, se lleva las<br />
manos a la garganta, abre desmesuradamente los ojos, suelta una desgarrada<br />
quejumbre y cae de lado en el sillón.<br />
Las esclavas se arrojan sobre ella, despavoridas, para auxiliarla.<br />
Páez se levanta de un golpe de la hamaca, imponente, y por un momento su<br />
amplia espalda tapa la escena.<br />
La bola de estambre rojo corre sobre el piso hasta sus piernas, dejando un<br />
largo hilo parecido a un reguero de sangre.