Capitulo 1.pdf - Carpe Diem

Zamora, sentado, atado de un árbol, apenas consciente. Ante él, un coronel, el
teniente Julián Castro y dos soldaditos.
JULIÁN CASTRO:
-Apriétalo. Éste debe saber dónde está Zamora.
Zamora entreabre los ojos con dificultad, los alza hacia sus captores, y dice
desafiante, con voz ronca:
ZAMORA:
-Yo soy Ezequiel Zamora.
El teniente Julián Castro mira al prisionero con odio concentrado, se lleva la
mano a la empuñadura del sable, y empieza a desenvainarlo.
El coronel lo detiene con un gesto:
CORONEL:
-Déjalo. Si no lo mata el tifo, ya está condenado a muerte.
Y si lo matamos aquí, nadie va a creer que lo agarramos.
ESCENA 53
EXTERIOR. DÍA. ALREDEDORES DEL RANCHO DE VIVIANA
Viviana se arrastra trabajosamente, afincando las manos como garras en la
tierra reseca.
En un momento, alza la mirada. Sus ojos relumbran en una cara bañada en
sangre.
Viviana se arrastra hasta un matorral seco, mete la mano en él, y palpa hasta
que encuentra el fusil y el sable del padre de Zamora, con el distintivo adorno
metálico en forma de sol en la vaina y la empuñadura.
Apoyándose en el fusil como en una muleta, se pone de pie a duras penas, y
se ciñe el sable.
A sus espaldas se eleva una columna de humo del rancho incendiado.
Viviana no vuelve la mirada hacia el pequeño incendio.
Con un esfuerzo sobrehumano, se echa el fusil al hombro, y camina
trabajosamente hacia un paisaje devastado.
El viento agita sus harapos y la cabellera que por momentos oculta su
expresión de sonámbula.
Una cortina de humo desdibuja su figura, que se pierde hacia el monte
cerrado.
FIN DEL CAPÍTULO I
Luis Britto García