Capitulo 1.pdf - Carpe Diem

El brujo Tiburcio, con el ya estropeado manto suntuoso del santo sobre el
torso desnudo, oficia un salvaje rito matrimonial, recitando con áspera voz el
texto de Mateo 22:
TIBURCIO:
-“El Rey, montando en cólera, envió sus ejércitos, hizo
matar a aquellos asesinos y dio su ciudad a las llamas.
Después dijo a sus siervos: el banquete está dispuesto, pero
los invitados no eran dignos. Id, pues, a las salidas de los
campos, y a cuantos encontréis llamadlos a las bodas”.
Martín Espinoza, tirado sobre una de las sillas de cuero claveteado de la mesa,
en la mano la sortija con gran esmeralda que arrebató al godo en escena
anterior, vestido con unos calzones desgarrados, muestra una pierna vendada y
ensangrentada apoyada en otra silla. Espinoza ordena con voz ronca y como
ausente:
MARTÍN ESPINOZA:
-Besen a la novia.
La muchacha grita y se tapa la cara con las manos.
Uno a uno, los trece seguidores semidesnudos de Espinoza dan a la novia
lascivos besos, manoseándola como para devorarla en una sugerencia de
posesión carnal. Pero los terribles guerrilleros lucen sobre sus rudos aperos
pringados en sangre nuevos y contradictorios detalles:
Perro luce sobre el pecho desnudo un cuello de celuloide, con una disparatada
corbata y un pisacorbatas con ostentosa perla.
Mapanare sonríe mostrando en sus orejas decorativos zarcillos de oro y en la
cabeza un lustroso sombrero de copa.
Onza tiene en el cuello toda una quincalla de relumbrantes collares de oro y
plata, y distraídamente mece en la mano una gran copa de coñac, llena quizá
de aguardiente de culebra.
TIBURCIO:
-Y desde ahora serán una sola carne.
La muchacha prorrumpe en alaridos, y la cámara se desvía para enfocar en
primer plano al Tahúr, con atildado traje de petimetre, que danza por todos
los rincones del banquete, batiendo obsesivamente un cubilete de dados que de
cuando en cuando arroja sobre la mesa llena de copas volcadas y joyas
desperdigadas, sobre una muchacha desnuda ebria, sobre un cuerpo bañado en
sangre, gritando un sonsonete histérico, sin tomar respiración, que llena como
un fondo sonoro toda la escena:
EL TAHÚR: