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sabe si es un enano. Esa hora dura toda la vida. Yo no soy<br />
un payaso, como mi padre Antonio Leocadio...<br />
En la puerta del zaguán aparece Viviana, con el gran haz de chamizas atado a<br />
sus espaldas y la tapara colgando, mira hacia el cuerpo caído, y pregunta a<br />
Antonio Guzmán Blanco:<br />
VIVIANA:<br />
-¿Él es Zamora?<br />
ANTONIO GUZMÁN BLANCO:<br />
-Él no es nadie.<br />
VIVIANA:<br />
-Nadie es como él.<br />
Viviana se arrodilla junto al cuerpo inmóvil de Zamora, se desciñe el pesado<br />
haz de chamizas de la espalda, desata el nudo de mecatillo que mantiene<br />
unidas las chamizas, saca de la envoltura de sisal el viejo sable con la<br />
distintiva decoración metálica en forma de sol en vaina y empuñadura, toma<br />
las engarfiadas manos de Ezequiel Zamora, se las cruza sobre el pecho, y las<br />
cierra sobre la empuñadura del sable, que queda sobre el cuerpo del guerrero<br />
como la espada de una estatua yacente.<br />
VIVIANA:<br />
-Aquí le manda mamá.<br />
Viviana queda un largo rato en silencio, cubre con sus manos por un instante<br />
las del muerto, cerradas sobre la empuñadura del sable. Luego, toma un<br />
puñado de tierra y la vierte sobre el rostro bañado en sangre.<br />
Viviana recoge del lado del cuerpo inmóvil la vieja lanza de Gavilán; la<br />
examina, advirtiendo las numerosas melladuras, y luego levanta la mirada<br />
hacia Guzmán.<br />
VIVIANA:<br />
-Necesita filo.<br />
Guzmán, tembloroso, levanta el revólver hacia Viviana, que lo mira con la<br />
lanza de Gavilán en la mano.<br />
Por un instante se miden. Viviana lo mira con desdén,<br />
VIVIANA: