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De repente, Barbarita se vuelve, pone sus manos en la cabeza de Páez, y le<br />
acaricia la leonina melena, revelando de repente una adoración absorta:<br />
BARBARITA:<br />
-Eres un Dios, Teté, y para ellos no eres más que un<br />
caporal. Los presidentes pasan, y los propietarios quedan.<br />
Páez se dirige a una gran mesa cubierta de legajos y bolsas con monedas,<br />
deposita las alforjas y saca los papeles y la lanza de Gavilán.<br />
PÁEZ:<br />
-Si los propietarios no pueden llegar a presidentes, los<br />
presidentes sí podemos llegar a propietarios.<br />
BARBARITA:<br />
-¿Qué es eso?<br />
PÁEZ:<br />
-Más escrituras de tierras para ti. Los veteranos de la<br />
Independencia me las venden por nada, porque la<br />
República nunca les entrega las tierras asignadas y a mí sí,<br />
o las recupero prestándoles dinero...<br />
Barbarita toma entre sus manos las fuertes manos de Páez.<br />
BARBARITA:<br />
-Teté: todas las propiedades, todos los linderos de este país<br />
no son nada si no las defienden estas manos. Tú no estás<br />
para defender la propiedad. La propiedad de los que nos<br />
desprecian está porque tus manos la protegen.<br />
PÁEZ:<br />
-Cuando estas manos ya no estén, mi estrella, vas a brillar<br />
para siempre.<br />
Páez deposita sobre los legajos en la mesa atestada de papeles, como<br />
pisapapeles, la lanza de Gavilán.<br />
BARBARITA:<br />
-Tú no te vas a morir nunca, Teté, y cuando me hayas<br />
olvidado, acuérdate sólo de esto: los dioses no son<br />
caporales de nadie.<br />
Barbarita toca con un dedo los labios de Páez, como pidiéndole que calle, y<br />
hunde la cabeza en el pecho del Centauro.<br />
ESCENA 9<br />
EXTERIOR. DÍA. CALLE DE CARACAS<br />
Generador de caracteres: Caracas, 1840