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quien debo la vida… ¡Hay que hacer la revolución, tengo los<br />
planes aquí, en la cabeza!<br />
Zamora se toca la frente con insistencia. Gaspers le señala con un gesto la<br />
botella.<br />
ZAMORA:<br />
-Cuñado, usted sabe que yo no bebo.<br />
El viejo mendigo negro lo mira y también señala la botella, suplicando:<br />
MENDIGO NEGRO:<br />
-En toda mi vida no he tenido tanto dinero. Hoy soy rico por una<br />
hora. Quiero que todos también sean...<br />
Incapaz de desairar la invitación, Zamora se lleva la garrafa a la boca, engulle<br />
un trago generoso, y de repente, sin separar los labios de la garrafa, sus ojos<br />
se desorbitan y queda como paralizado por el efecto del poderoso aguardiente<br />
de culebra.<br />
ESCENA 38<br />
EXTERIOR. AMANECER. CALLE DE CARACAS.<br />
La campana de una iglesia suena a lo lejos, llamando a misa.<br />
Ante un portón cerrado, yacen el mendigo negro, Gaspers y Zamora,<br />
despeinados, con los brazos entrelazados, cuellos abiertos y corbatines sueltos<br />
como los típicos borrachines que duermen la mona. Para mayor evidencia, a<br />
su lado está la garrafa vacía.<br />
El insistente sonido de la campana despierta a Zamora, que parpadea<br />
desorientado, frunce el ceño y se cubre la frente con la mano.<br />
Por la acera se acerca una bella joven muy blanca, con pelo negro, riguroso<br />
luto y misal y rosario en la mano, que parece ir al oficio religioso junto con<br />
una enlutada dama de compañía.<br />
Zamora se restriega los ojos, y desde el suelo clava la mirada en la bella joven.<br />
La joven repara en la fijeza con la cual la mira el ebrio, frunce las cejas,<br />
disgustada, y se cubre el rostro con un nervioso aleteo de su abanico negro.<br />
Zamora mira a ambos lados, y repara en el lamentable espectáculo que está<br />
dando ante la bella mujer.<br />
La joven pasa rápidamente ante los caídos, evadiéndolos, y se dirige hacia la<br />
cámara, alzando la mirada orgullosa, con aire de disgusto.<br />
A sus espaldas, Zamora se incorpora dificultosamente, apoyándose en la pared<br />
y en la reja de una ventana, y queda mirándola con fijeza, desesperado ante la